domingo, 25 de febrero de 2024

[ 2' 10'' ] Estirpe

Resumen del primer capítulo, "Bajo la tormenta":

Valeria, una criatura insaciable de sangre, se ve obligada a tomar la difícil decisión de abandonar a su amado y escapar en tren. Sin embargo, durante el viaje, una tormenta de nieve impide el avance de la máquina, quedando atrapada en el último vagón. Bajo el resplandor de la luna llena, su sed de sangre se intensifica, desencadenando un cambio en su cuerpo que la vuelve más seductora pero también más letal. La tormenta se convierte en el preludio de una masacre en el tren, donde Valeria acaba con la vida de veintiséis pasajeros. Tras varios días deambulando por el bosque, cuando llega a la ciudad descubre que dentro de ella crece una nueva vida.

E.R. (Octubre, 2016)

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El hallazgo de los cuerpos en el tren dejó a todo el país desconcertado, convirtiendo este macabro suceso en un asunto de seguridad nacional. La intensa búsqueda de un licántropo movilizó al ejército y sembró la desconfianza entre la población.

Consciente de ser una fugitiva, pronto encontró un refugio para evitar el contacto con los humanos. Sin embargo, su imperiosa necesidad de sangre la obligó a salir cada noche, lo que la hizo sentirse culpable al poner en riesgo la vida del bebé que crecía en su interior.

El embarazo resultó ser una experiencia agridulce. Si bien sentía orgullo por su futura maternidad, sabía que la maldición de la inmortalidad y la eterna juventud marcarían la vida de la pequeña. Así fue como Valeria trajo al mundo a su hija en una noche de luna llena, sin duda, un augurio de buena suerte para su linaje.

Valeria eligió el nombre de su hija por la profunda conexión con la historia de su familia. Samantha era el nombre de su abuela, una persona con fuerza, sabiduría y, sobre todo, perseverancia, cualidades que su hija necesitaría a lo largo de su vida.

La primera vez que Valeria sostuvo a Samantha en brazos, llevó a cabo una ceremonia de iniciación. Utilizando la misma daga con la que había cortado el cordón umbilical, realizó una ligera incisión justo por encima de su pezón. De su pecho brotó la sangre con la que amamantó a la pequeña y, a través de este rito, se aseguró que la niña portara la estirpe de su familia en las venas.

Tras el parto, Valeria permaneció en casa varios días para reponer fuerzas y amamantar a su hija. Por desgracia, la necesidad de una alimentación basada en leche materna y sangre caliente, la obligó a salir de cacería mientras dejaba a su hija bien resguardada en su cunita. Este dilema añadió otro motivo de culpa a su ya complicada situación.

Meses después, por fin decidió llevarla consigo, envuelta en una manta y asegurada a su cuerpo. En ocasiones, la sangre de la presa salpicaba el rostro de Samantha y esta la lamía con satisfacción. Valeria le enseñó los secretos de la caza y le transmitió todos sus conocimientos. Al igual que los cachorros aprenden jugando con la manada, la niña aprendía junto a su madre.

Valeria se esforzó para que la pequeña estudiase en prestigiosos colegios, asegurándose de que creciese en un entorno de normalidad. Por su parte, Samantha logró pasar desapercibida entre sus compañeras, manteniendo celosamente su secreto a salvo.

A los catorce años, Samantha experimentó la misma transformación que había sufrido su madre en la pubertad. En ese momento su cuerpo reclamó su primera presa en solitario. Necesitaba conseguir sangre por ella misma y, gracias a lo aprendido, demostró ser una experta cazadora.

Samantha, a pesar de su corta edad, también sintió una mezcla de emociones. La adrenalina de la persecución y la satisfacción por la sangre despertaron su naturaleza salvaje; sin embargo, no pudo evitar cierta empatía por las criaturas a las que arrebató la vida.

Tras su primera cacería, Samantha regresó malherida y agotada. En ese momento comprendió que la verdadera intención de su madre no había sido enseñarla a cazar, sino prepararla para el día en el que ella misma se convirtiera en la presa.

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¡Y ese día..., finalmente llegó!

Poco después, Samantha tuvo que defenderse frente a los de su misma especie. Lo que Valeria no sabía era que su hija también había heredado la determinación de sobrevivir a cualquier precio, incluso si eso significaba enfrentarse a su propia madre.


Esteban Rebollos (Febrero, 2024)

domingo, 18 de febrero de 2024

[ 3' 00'' ] El piano


- Acepto todas las condiciones, excepto una.

¡Ella nunca tocará el piano del gran salón!

Esa es mi última palabra.

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Kingston, Inglaterra, 1927

Tras la muerte de mi esposa, hace cuatro años, los días como compositor quedaron en el olvido y, desde entonces, me encuentro inmerso en una decadencia absoluta. El piano se convirtió en el único testigo de mi duelo y en él me cobijo para recordar su presencia. En realidad, todo en esta casa me recuerda a ella.

Cuando los demonios se apoderan de mi mente y no puedo dormir, la angustia me atormenta. Entonces, me dirijo al gran salón y, tan solo con pasar las puertas de cristal, me adentro en un mundo mágico. En ese refugio dejo que mis dedos bailen libremente sobre las teclas e interpreten viejas melodías. Solo la luz del alba hace que me enfrente a la realidad y regrese a un estado de melancolía permanente.

Los días de gloria, en los que componía para la realeza, son ya un recuerdo y, desde el accidente, no he creado ninguna obra. Por suerte, aún me mantengo gracias a la herencia que dejó mi esposa y a los escasos conciertos que interpreto como solista.

Mi vida de ermitaño alimenta los rumores sobre mi encierro y, las pocas veces que visito la ciudad, siento como los lugareños murmuran a mis espaldas sobre la verdadera causa de la muerte de mi esposa.

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Por sorpresa, una llamada rompió el silencio de mi letargo. Un amigo, conocedor de mis penurias, me ofreció la oportunidad de volver a impartir clases. Ante su insistencia, acepté sabiendo que necesitaba un giro en mi vida. El acuerdo fue sencillo: unos ingresos semanales a cambio de habitación y lecciones de piano.

Una horda de limpiadoras y dos semanas de frenética actividad transformaron mi cárcel en un refugio acogedor. Las habitaciones, lugares sombríos, se abrieron para ser inundadas por el aire fresco de la campiña; incluso, algún osado deshollinador trepó al tejado para limpiar las numerosas chimeneas que se vislumbran desde Hamilton Avenue.

A las seis de la tarde, el taxi llegó puntualmente. De él se bajó una mujer, por suerte, algo mayor de lo que esperaba. Al verla, mi corazón dio un vuelco por su parecido con mi esposa y, por primera vez en años, volví a sonreír. Creo que la llegada de Amanda, mi nueva alumna, fue el punto de inflexión que tanto necesitaba.

Tras una breve pero cordial presentación, le mostré cada rincón de la mansión y la acompañé por los jardines hasta la pequeña casa de invitados, ahora reconvertida en aula de música. Amanda encontró todo a su gusto, incluso el viejo piano que utilizaríamos para las clases.

Más tarde, durante la cena, comenté con ella la única restricción de nuestro acuerdo: la entrada en el gran salón. Amanda comprendió que se trataba de un tributo a la memoria de mi esposa, aceptó mi dolor y en sus ojos encontré un destello de complicidad que alivió el peso de mi carga.

Desde su llegada, los días se sucedieron con alegría. Las mañanas cobraron vida con las clases de piano, convirtiéndose en un momento único y esperado. Su amabilidad, su risa y, especialmente, su ternura iluminaron cada rincón. Por las tardes, explorábamos los magníficos paisajes que nos rodeaban, desde los viejos rincones de Londres hasta las apacibles playas de Brighton.

Después de dos meses, mis sentimientos hacia Amanda experimentaron un profundo cambio, lo que me llevó a abrir las puertas del gran salón e invitarla a tocar. Al verla frente al piano, supe que nuestra vida sería perfecta si estuviéramos juntos.

Tras la boda, por fin, hallé la paz. Tras su muerte, la recompensa ha sido mejor. La alegría y la pasión por la música brotaron en mí de una forma desconocida; ahora, las notas fluyen con facilidad de mis manos y, en ocasiones, me sorprendo tarareando nuevas melodías.

Con Amanda encontré la fuerza, la inspiración y, sobre todo, la riqueza que tanto deseaba.

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¡Mi próxima esposa también será mucho mayor que yo!

Esteban Rebollos (Febrero, 2024)


domingo, 11 de febrero de 2024

[ 3' 10'' ] De vuelta a casa


Elisa estaba desesperada buscando frenéticamente a su hija Leonor. Sus gritos resonaban en el tranquilo parque infantil, sin embargo, las miradas curiosas de las otras madres no se traducían en ayuda; por el contrario, todas se alejaban apresuradamente llevando a sus hijos en brazos, dejando a Elisa sola en su angustia.

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A sus 70 años, Elisa lucha a diario contra los estragos del Alzheimer. Sentada en un apartado banco, los sonidos de risas infantiles y el susurro del viento se fusionan en su mente, alimentando la creencia de que Leonor está jugando con el resto de los niños. Más tarde, al mirar a su alrededor, no logra ver a la pequeña y es, entonces, cuando el nerviosismo se apodera de ella y las lágrimas emergen en sus ojos cansados. Cada minuto sin encontrar a su hija le parece una eternidad. "¿Y si algo terrible le ha pasado?", "¿Y si nunca más la vuelvo a ver?", preguntas que le atormentan mientras busca entre columpios y toboganes. Poco después comprueba que el parque se encuentra vacío.

De repente, una voz cálida y familiar le saca de su tormento. "Elisa, ¿estás bien?". Marta, su amiga, siempre sabe dónde encontrarla. Con una sonrisa gentil, Marta se acerca a ella y le ofrece su mano arrugada. "¿Puedo ayudarte?". Elisa solloza de alivio y le agarra de la mano con fuerza. "Estoy buscando a Leonor. Hace un buen rato que no la veo. No puedo encontrarla". Marta la envuelve en un abrazo reconfortante y la mira con ternura. "Oh, querida Elisa. ¿Recuerdas lo que hemos hablado? Leonor está con su padre, ¿te acuerdas?". Los ojos de Elisa expresan desconcierto mientras la realidad se abre paso a través de su confusión. Asiente, tratando de asimilar las palabras de su amiga y parece recordar. "Sí, sí... Leonor está con su padre... en casa". Marta le sonríe cariñosamente e, invitándola a caminar, le dice: "Vamos, te llevaré. Todo está bien".

Juntas dejan el parque y de regreso al hogar, Elisa se aferra a su amiga, agradecida por su compañía y apoyo. Durante ese breve paseo, la tranquila conversación hace que la inquietud de Elisa se desvanezca entre la bruma de su mente. Ya en casa, se acerca a una foto enmarcada sobre la mesa de la entrada y la besa. Es una imagen de Leonor, sonriendo, mientras juega en el mismo parque infantil que acaban de dejar atrás. Una lágrima rueda por su mejilla, pero esta vez se debe a los preciosos momentos que aún puede recordar. Con delicadeza, Marta le prepara un té caliente. Elisa se aferra a la taza con sus manos temblorosas, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza por la confusión que acaba de experimentar.

Poco después, Elisa se relaja gracias a la familiaridad de las palabras de Marta y, sobre todo, encontrando consuelo en su presencia. Cuando el día llega a su fin, Elisa se sumerge en su pasatiempo favorito: la pintura. Marta la observa con admiración, maravillándose de la creatividad que aún reside en su amiga. Mientras Elisa se concentra en su arte, dibuja con trazos cuidadosos y colores vibrantes, plasmando un mundo de belleza y serenidad en el lienzo. Cada pincelada le permite escapar momentáneamente de la sombra del Alzheimer que amenaza con consumirla. Desde hace muchos años, ambas comparten casa, historias y recuerdos, encontrando mutuo consuelo y compañía. Por suerte, Elisa ha borrado de su mente el accidente en el que su marido y la pequeña Leonor perdieron la vida.

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Ahora, en la tranquilidad de su hogar, Elisa sigue adelante con valentía y determinación, encontrando belleza en cada pincelada de su viaje, sabiendo que gracias a Marta nunca se perderá de vuelta a casa.


Esteban Rebollos (Febrero, 2024)



sábado, 10 de febrero de 2024

Indice de relatos



Enlaces a los capítulos de la Serie "Maine":

Enlaces a los capítulos de la Serie "Los crímenes del St. Paul´s":
  • 1. El problema
  • 2. Una mala decisión
  • 3. Las obras
  • 4. La llegada
  • 5. La última escapada
  • 6. El hallazgo
  • 7. Las primeras investigaciones
  • 8. La huida
  • 9. La autopsia
  • 10. Un duro verano

Enlaces a otros relatos breves:

"Algunos de estos relatos ya se habían publicado previamente, pero eso no significa que por entonces estuvieran acabados, o ni siquiera que estén acabados ahora. La obra de un autor no está terminada hasta su muerte; siempre pueden venir bien unos retoques y unas cuantas revisiones más. Otros son nuevos. Hay algo más que quiero que sepas, me alegro mucho de que los dos estemos aquí."

Extracto de "El bazar de los malos sueños" de Stephen King