martes, 6 de diciembre de 2005

[ 1' 20" ] Cuando la resaca nos hace reflexionar


Uno ve que el tiempo pasa y no ha realizado grandes cosas. Y luego, siempre está el peligro de quedarse al margen de todo. La única delicadeza de la sociedad consiste en no sacar borrachos en los anuncios de “priva”. Y no es cuestión de delicadeza sinó de índice de ventas.

Bueno, tío, siempre nos queda el suicidio.

¿El suicidio?, el suicidio es como el caviar, uno sabe que existe porque la gente habla de él y luego, luego sólo lo ves en sucedáneos. El tabaco, el alcohol y las mujeres son el sucedáneo del suicidio.

Eso, al menos, siempre nos queda consolarnos con una botella de whisky.

A tiempo pasado todo parece mejor.

Déjalo. ¿Aún la recuerdas?

Cómo no, ella hacía el bachiller y nosotros mirábamos como lo hacía.

¿Cómo se llamaba?

No lo sé. Nunca se lo pregunté. Las mujeres así no necesitan ningún nombre. No, verdaderamente, no lo necesitan para volvernos locos.

Bueno, está a punto de amanecer y yo me voy a casa.

Espera, te llevo.

¿Podrás conducir?

Ya veremos. Mi coche es como un viejo dinosaurio, un día se parará y no volverá a arrancar más.
...
Nunca he querido estar en los sitios donde he estado. Un día me iré y cogeré un tren a medianoche. Todos los grandes viajes empiezan de noche.

¿Aún la recuerdas, no?

Ha pasado mucho tiempo, demasiado tiempo para cualquier cosa, cualquier extensión de tiempo es demasiado larga. Sí..., aún la recuerdo. He intentado olvidarla una y mil veces. Te juro que lo he intentado, pero en los bajos momentos siempre venía a mi mente.

¿Recuerdas sus piernas?

¡Cómo voy a olvidarlas! Se sentaba y sus piernas parecían tener vida propia. Las miraba una y otra vez. Parecía que estaba soñando.

Ahora sí que estás soñando. ¿Qué hora es?

No lo sé, hace tiempo que no utilizo reloj. El reloj sólo sirve para recordarnos que a las nueve empieza la resaca y a esa hora sólo prefiero pensar en mujeres.

Ya ves, empeñadas en hacernos sufrir y nosotros, “masocas” de pacotilla, siempre caemos en sus redes.

Y, sin embargo, queremos caer. Son noches como estas las que elegimos para reflexionar, en realidad son noches como estas las que realmente nos hacen vivir.

Tienes razón. Hay días que te levantas y sólo esperas a que llegue la noche.

No, si al final de toda una vida, sólo quedan las huellas de lo que podríamos haber hecho y no nos dejaron o no nos atrevimos. Y compruebas, día a día, que te has dedicado a esperar, a esperar, simplemente, que una copa en la mano te dé el valor para enfrentarte a ella.

Sí..., aún la recuerdo.

(Para aquellos que el alcohol, la resaca y el hablar de mujeres es cosa de dos).