miércoles, 30 de diciembre de 2020

[ 2' 35'' ] Divisando la meta




Rassul se paró frente a la gran valla publicitaria que anunciaba la "Media Maratón de San Silvestre". Lo que realmente llamó su atención fue la imagen estilizada de un corredor con una puesta de sol de fondo. Por un instante, esa imagen le trasladó a su África subsahariana.

Faltaba una semana para la fecha de la carrera y la inscripción ya se había cerrado unos días antes. De todos modos, no hubiera tenido suficiente dinero para afrontar tal gasto. Decidió participar, aunque solo fuese por el placer de correr.

A su regreso, en el Centro de Acogida, consiguió intercambiar unas zapatillas viejas por un amuleto que había traído de Senegal. Cuando las calzó descubrió que eran varios números mayores de lo que pensaba. Ese inconveniente lo solventó utilizando dos pares de calcetines de lana. Un pantalón corto raído y una camiseta con publicidad completaban su "equipación".

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Ese día de "San Silvestre" resultó ser más frío de lo habitual y, a pesar, de no estar acostumbrado a tan bajas temperaturas, Rassul llegó a la salida sin ninguna prenda de abrigo. Además de estar medio entumecido, aún no estaba seguro de poder participar al no llevar dorsal; le tranquilizó comprobar que no todos los corredores lo portaban.

Tras el disparo de salida, se dio cuenta que sus piernas no respondían como esperaba. Con cada zancada, un dolor punzante atravesaba sus entrañas. Al ver el grupo alejarse, no tuvo más remedio que iniciar la marcha con pasos lentos y cortos. Decidió no perder la calma, olvidar las preocupaciones, correr a su ritmo, inspirando profundamente y espirando con suavidad, dejándose llevar solo por sus propias sensaciones.

Poco a poco, según avanzaba la competición, se sentía mejor. Recordó sus carreras a la salida del colegio. Recordó el calor abrasador en su espalda. Recordó su aldea, tan pobre que tuvo que partir en busca de un futuro mejor. Empezó a entrar en calor y aquellos pinchazos desaparecieron. Fue dejando atrás a los más rezagados y adelantando a quienes corrían solo por diversión. Sin apenas darse cuenta, llegó a los 5 kilómetros, casi un cuarto del total. Ahí, realmente, se vio capaz de lograrlo.

Prosiguió avanzando más rápidamente. Tras pasar por el primer puesto de avituallamiento, repuso líquidos y algo de fuerzas al comer fruta. Se sintió mucho mejor, ya que apenas había comido ese día. Adelantó con facilidad a más participantes. No es que estuviera en plena forma pero su constitución física, al igual que el deportista de la valla publicitaria, era estilizada, puro hueso y nervio, un rasgo común entre los jóvenes de Senegal. ¡Cuánto echaba en falta su tierra natal!

Pronto vio la pancarta de los 10 km. Mentalmente, sopesó sus fuerzas, su respiración seguía siendo regular y acompasada, sus músculos le recordaron que no estaba acostumbrado a correr tanta distancia, pero la dopamina generada por su cuerpo le aportó una cierta sensación de bienestar.

De pronto, se dio cuenta de que ya no sentía dolor, ni cansancio, que estaba centrado, únicamente, en acabar la carrera. Creyó estar acompañado por los amigos que un día se quedaron en medio del mar, camino a España.

Estaba corriendo bajo una lluvia intensa y, concentrado en sus propios pensamientos, olvidó medir el ímpetu de sus zancadas. De pronto, una de sus zapatillas desgastadas resbaló en el empedrado. Su ceja se quebró al dar contra el bordillo de la acera. Se levantó rápidamente mientras un hilo de sangre recorría su mejilla hasta llegar a los labios. A pesar de la herida, no sentía dolor y siguió corriendo.

Los kilómetros empezaron a pasar bajo sus pies cada vez más rápidamente. Adelantó a corredores veteranos y a jóvenes promesas. Cuando apareció la pancarta de los 20 km, supo que llegaría con fuerzas suficientes. Fue, entonces, cuando incrementó la longitud de sus zancadas y el frío desapareció al imaginar que estaba arropado por el calor de su tierra.

Y, así, divisando la meta, el público jaleó a Rassul durante los últimos cien metros. Sus fuerzas se renovaron. Se había olvidado del tiempo, del dolor, de la distancia, del frío, incluso, de sí mismo. Cuando cruzó la meta, únicamente sintió la satisfacción por haberlo conseguido. A pesar de no optar a premio, su esfuerzo se vio ampliamente recompensado.

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Doce años después, Rassul es un reconocido atleta, todo ello, gracias a lo ocurrido un día de Nochevieja.

Esteban Rebollos (Diciembre, 2020)

sábado, 26 de diciembre de 2020

Mis lecturas...




LECTURAS 2020  

 Irène (Pierre Lemaitre)****
- Personas desconocidas (John Katzenbach)***
- La Nena (Carmen Mola)*****
- Lobos (Donato Carrissi)****
- La química (Stephenie Meyer)**
- Loba negra (Juan Gómez-Jurado)****



LISTA DE DESEOS
Algunos títulos que han llamado mi atención.

- Rey blanco (Juan Gómez-Jurado)
- Sabotaje (Arturo Pérez-Reverte), tercera entrega de la serie "Falcó".
- El hombre de los círculos azules (Fred Vargas)
- La quinta víctima (J.D. Barker)
- El hombre de tiza (C.J. Tudor)
- El murciélago (Jo Nesbo), primer libro de la larga saga del detective Harry Hole.
- La química del odio (Carme Chaparro)
- La mujer en la ventana (A. J. Finn)


LECTURAS 2019  

Una bala con mi nombre (Susana Rodríguez Lezaun)*****
- Carne de primera (Rafael Estrada)*****
- La desaparición de Annie Thorne (C.J. Tudor)****
- 13. El asesino... está entre el jurado (Steve Canavagh)*****
- ¿De quién te escondes? (Charlotte Link)*****
- Galveston (Nic Pizzolatto)*****
- Ángeles de sangre (Rafael Estrada)*****
- Justo (Carlos Bassas del Rey)****
- La gran mentira (Klaren Cleveland)*****
- La caza del turista (Massimo Carlotto)***
- Una jaula de oro (Camilla Läckberg)*****
- Aguas oscuras (Robert Bryndza)*****
- La red púrpura (Carmen Mola) *****
- Reina roja (Juan Gómez-Jurado)*****



LECTURAS 2018

- El cuarto mono (J. D. Barker)***
- Toda la verdad (Karen Cleveland)****
- Vestido de novia (Pierre Lemaitre)****
- El paciente (Juan Gómez-Jurado)****
- Cicatriz (Juan Gómez-Jurado)*****
- El último trabajo del señor Luna (César Mallorquí)****
- La novia gitana (Carmen Mola)****
- Jaque al psicoanalista (John Katzenbach)****
- El día que se perdió el amor (Javier Castillo)***
- Asesinos de series (Roberto Sánchez)***
- Una sombra en la oscuridad (Robert Bryndza)****
- El tigre (Joël Dicker)***
- Te veré esta noche (Susana Rodríguez Lezaun)****
- No soy un monstruo (Carme Chaparro)****
- Eva (Arturo Pérez-Reverte)***
- El principito (Antoine de Saint-Exupéry)***



LECTURAS 2017

- El día que se perdió la cordura (Javier Castillo)****
- Falcó (Arturo Pérez-Reverte)***
- Deudas del frío (Susana Rodríguez Lezaun)****
- Sin retorno (Susana Rodríguez Lezaun)****
- Mi nombre es penumbra (Pablo Barrera)***
- El editor indiscreto (F. Bellart)***
- El libro de los espejos (E. O. Chirovici)****
- El experimento (Sebastian Fitzek)**
- El lector (Bernhard Schlink)***
- La vidente (Lars Kepler)****
- Mr. Mercedes (Stephen King)*****
- El último susurro (Gema Tacón)***
- La sustancia del mal (Luca D'Andrea)**** 
- La cacería (J.M. Peace)***
- La chica en la niebla (Donato Carrisi)****
- Arrancada (Karin Slaughter)**
- Flores cortadas (Karin Slaughter)****
- La matanza de los gitanos (Ken Bruen)***
- Maderos (Ken Bruen)***
- Headhunters (Jo Nesbo)****
- Te veré bajo el hielo (Robert Bryndza)*****
- El contrato (Lars Kepler)***
- Juan Salvador Gaviota (Richard Bach)****
- Terapia (Sebastian Fitzek)***
- El pasajero 23 (Sebastian Fitzek)****
- En la mente del hipnotista (Lars Kepler)****
- El hipnotista (Lars Kepler)*****
- Deja en paz al diablo (John Verdon)***
- Ofrenda a la tormenta (Dolores Redondo)***
- Tinta, una muerte inexplicable (Carlota Suárez García)***


LECTURAS 2016

Legado en los huesos (Dolores Redondo)***
- El método 15/33 (Shannon Kirk)****
- El guardián invisible (Dolores Redondo)****
- El último pasajero (Manel Loureiro)*****
- No abras los ojos (John Verdon)****
- Juegos de ingenio (John Katzenbach)*****
- Sé lo que estás pensando (John Verdon)****
- El almacén (Bentley Little)****


LECTURAS 2015

- Violetas de marzo (Philip Kerr)*
- La sombra (John Katzenbach)****
- El profesor (John Katzenbach)*****
- La historia del loco (John Katzenbach)*****
- El psicoanalista (John Katzenbach)*****
- El juego de Ripper (Isabel Allende)***
- El misterio de la Casa Aranda (Jerónimo Tristante)***
- La lista (Frederick Forsyth)***
- Los últimos días de nuestros padres (Joël Dicker)***


LECTURAS 2014

- Gente Tóxica (Bernardo Stamateas)***
- La llave del destino (Glenn Cooper)**
- La noche en que Frankenstein leyó El Quijote (Santiago Posteguillo)*
- El alquimista (Paulo Coelho)***
- El discurso secreto (Tom Rob Smith)****
- El niño 44 (Tom Rob Smith)*****
- La verdad sobre el caso Harry Quebert (Joël Dicker)*****
- El fin de los escribas (Glenn Cooper)***
- La hora de la verdad (Glenn Cooper)***


LECTURAS 2013 

- El libro de las almas (Glenn Cooper)****
- La biblioteca de los muertos (Glenn Cooper)****
- El arte de no amargarse (Rafael Santandreu)**
- Crimen en directo (Camilla Läckberg)**
- Las hijas del frío (Camilla Läckberg)***
- Inferno (Dan Brown)****
- Los gritos del pasado (Camilla Läckberg)****
- La princesa de hielo (Camilla Läckberg)****
- Los amigos del crimen perfecto (Andrés Trapiello)***




Nota: Las lecturas más recientes se incluyen en la parte superior de cada lista.
Máxima valoración: 5 estrellas (*****)

viernes, 25 de diciembre de 2020

[ 3' 00" ] Espérame para cenar




Hora del vuelo: 23:05 h

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Miércoles 23, 19:14 h

El puto coronavirus había acabado con mi beca Erasmus, mis ganas de aprender inglés y mi trabajo a media jornada en un kebab de Brighton.

En octubre dejé mi apartamento para ir a vivir con mi chica. A pesar de mi precaria situación, reconozco que prevaleció más la atracción que sentía por Ashia, una bella joven de ascendencia somalí, que la idea de compartir gastos.

Después de casi tres meses viviendo juntos, Ashia perdió el empleo como recepcionista en el Ambassador Hotel, su visado caducó y no tuvo más remedio que volver a Mogadiscio.

Sin clases, sin trabajo, sin pareja, sin dinero y, ahora, sin casa, me planteé volver a España. Decidí dar una sorpresa a mis padres y no decirles que llegaba justo para la cena de Nochebuena.

«Menos preocupaciones, mamá»

A falta de dos semanas para acabar el año, conseguí un vuelo en una aerolínea "Low Cost" y me hice la PCR obligatoria para entrar en España. Al menos, estas fiestas estaré rodeado de mi familia.

Como equipaje, llevo una maleta de 25 kg, repleta de cosas totalmente prescindibles, excepto lo más importante... los buenos recuerdos que, por suerte, no pesan.

Sobre la mesa de la cocina, debidamente ordenados, he dejado el billete de avión, el pasaporte, el resultado de la PCR, un par de barritas energéticas y mis últimas 40 libras.

Rebuscando en los armarios solo encontré una pequeña mochila Kanken de color rosa, seguramente, olvidada por alguna amiga cursi de Ashia. Estaba claro que no compaginaba con mi parka de Hilfiger, pero no tenía más opciones, o eso o llevar mi "equipaje de mano" en una bolsa de plástico.

El punto de "no retorno" fue cuando cerré la puerta del apartamento que había alquilado Ashia y dejé las llaves en el buzón de su casero. Una vez en la calle, no quise ni mirar atrás, no fuese a saltarme alguna lágrima. Por suerte, mi Uber ya estaba esperando para llevarme al Aeropuerto de Southampton.

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Miércoles 23, 21:20 h

He llegado pronto, como siempre, no me gusta ir a la carrera. Por cierto, acabo de recordar que aún no he cenado. Me paro a tomar un café expreso y un sándwich vegetal, mientras escucho mi último noticiero de la BBC.

A pesar de mis 24 años y estar en plena forma física, siento decir que ya estoy cansado de tanto arrastrar esta pesada maleta. Aún falta una hora para el embarque pero decido ponerme en la cola para facturar mi equipaje. Otras 32 libras menos por exceso de peso.

«¡Ufff, por fin libre de tanta carga!»

Con tan solo mi mochila, decido adentrarme en la zona de los Duty-Free. Está claro que esos precios son totalmente incompatibles con lo que llevo en la cartera, así que solo puedo pararme y disfrutar de los animados escaparates navideños. ¡Espero que no me cobren!

Ya solo queda asegurarme de que no me falta nada. Una última comprobación entre mis cosas y...

«¡Todo en orden!»

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Miércoles 23, 22:30 h

Una vez en la cola de embarque, ya me relajo. La fila no es muy larga; está claro que con esto del coronavirus la gente no se decide a viajar.

Un policía me pide el pasaporte y me pregunta cuatro cosas sin importancia.

«Por suerte, no tengo pinta de terrorista.»

Se acerca el perro, olisquea mis zapatos, da una vuelta a mi alrededor y se sienta frente a mí.

«¡Qué majo este perro, quiere que le acaricie! Una lástima que no tenga una golosina.»

De repente, dos policías se acercan y me piden, amable pero contundentemente, que salga de la fila y les acompañe.

«¡Pero si ya estoy en la puerta de embarque!
¡Soy el siguiente!»

Vuelven a repetirme que les acompañe.
Uno de ellos, se cuadra frente a mí y en perfecto español, con acento andaluz, me dice:
—¡Acompáñeme y traiga su equipaje! —este acaba de llegar de Gibraltar, pensé.

Con un policía delante y otro detrás me llevan a una sala más parecida a una enfermería que a un calabozo.

—El perro ha detectado sustancias en su equipaje —me dice el agente que habla español. Me echo a reir, la única vez que probé un porro fue en un viaje de estudios antes de acabar la carrera y del colocón que me dio no lo volví a probar.

—Deposite todos sus objetos en esta bandeja.

Llaves, pasaporte, informe PCR, cartera, el poco dinero suelto que llevo, el móvil. Vacío la mochila y mis bolsillos.

«Todas mis pertenencias no ocupan ni media bandeja.»

A continuación dejan la bandeja en el suelo y, nuevamente, el perro se pone a olisquear. Esta vez no se sienta, no detecta nada en la bandeja, el agente me acerca el perro, me olfatea y tampoco se sienta.

«Creo que eso es buena señal.»

Cuando se acerca a la mochila, empieza a ladrar. Me ordenan que vacíe la mochila, le doy la vuelta del revés y no cae nada. Más vacía no puede estar... o sí.

Sacan un hisopo, o sea, el típico bastoncillo de la serie CSI. Lo restriegan por todo el interior, especialmente por las costuras y lo meten en la máquina de análisis de estupefacientes.

Unos instantes después aquella infernal máquina empieza a pitar: positivo en opiáceos, positivo en opiáceos.

Los veinte minutos que vinieron a continuación prefiero obviarlos. Digamos que me hicieron una revisión "en profundidad" y, como era de esperar, no hallaron nada.

Esta vez, sin ningún miramiento, metieron todo el contenido de la bandeja en una bolsa de plástico y me acompañaron de nuevo hasta la puerta de embarque. Allí me dejaron frente a la gran cristalera.

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Miércoles 23, 23:08 h

Las puertas cerradas, mi avión iniciando el despegue y yo en tierra, sin equipaje, sin apenas dinero y todos los vuelos cancelados indefinidamente por culpa de la nueva cepa de coronavirus.

Para colmo, por megafonía dan indicaciones para abandonar las instalaciones, al menos, eso me pareció entender en la lengua de Shakespeare.

«Ya decía yo que trabajar con un mexicano, dos turcos y un pakistaní no era la mejor manera de aprender inglés»

Cinco minutos después, las persianas de la cafetería y los Duty-Free estaban bajadas. Debería salir del aeropuerto en menos de diez minutos pero sin dinero y sin tener a donde ir, decido quedarme a pasar la noche en una de las innumerables salas de espera.

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Jueves 24, 00:52 h

Ya veis, amigos, aquí me encuentro el día de Nochebuena, solo y atrapado en un aeropuerto vacío, cenando una barrita energética y leyendo vuestros cuentos de Navidad.

Gracias por estar ahí y compartir.

Creado especialmente para el grupo: 

"Cómo escribir relatos cortos y divertirse". 

Reto cumplido

FELICES FIESTAS y cuidaos!!!

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Viernes 25, Día de Navidad, 10:08 h

«Buenas noticias. ¡Por fin he podido salir de Reino Unido!»

Con 4000 camiones atascados en la frontera de Calais, queriendo entrar en Inglaterra, he tenido la suerte de encontrarme con un camionero asturiano que ya está de regreso.

Entre polvorones, sidra y villancicos esperamos llegar antes de las uvas de Nochevieja. ¡Feliz Año!

Esteban Rebollos (Diciembre, 2020)



miércoles, 25 de noviembre de 2020

[ 2' 15" ] Un oscuro descubrimiento

 


Lo siento. Estamos de liquidación y no se venden sueltos— Esa fue la tajante contestación que recibí. Me dejó claro que compraba todo el lote... o no me llevaría ningún libro. Supongo que es cuestión de marketing.

Tras un día bastante ajetreado, el recorrido por los puestos de segunda mano del Parque Rivadavia había conseguido que me olvidase un poco de mis preocupaciones cotidianas. Más tarde, una breve parada en un KFC evitó que acabase, nuevamente, rebuscando en mi frigorífico y cenando las sobras del día anterior.

Por suerte, de los cinco  que componían el lote, tres de ellos me interesaban; un best-seller de Vargas Llosa que aún no había leído, la edición ilustrada de "El psicoanalista" y un recetario de cocina, imprescindible para un soltero como yo. El cuarto, "El Silmarillion" de Tolkien, lo regalaré al primer amigo friki que pase por mi casa y, en cuanto al último..., el último ni tan siquiera es un libro sino una vieja agenda que enviaré directamente a la basura. Al final, por 800 pesos me he llevado unos buenos libros.

Una vez en casa, las preocupaciones regresaron y como no conseguía dormir, mi mente empezó a divagar sobre cosas sin sentido... Que por qué dejé el Ejército, que si debería retomar mis estudios, que por qué me dejó Elena, que si debería llamarla, que si no. Mil y un pensamientos que me impedían descansar.

Por años de experiencia, reconozco que la manera más rápida de caer vencido por el sueño es una lectura aburrida, así que, siguiendo mi propio consejo, decidí ojear lo primero que tenía a mano..., esa agenda que aún no había tirado al contenedor. Ese fue el principio de mi fin.

¿Quién quiere una agenda usada?— recuerdo que pensé.

Esperando que estuviese lleno de apuntes banales y garabatos, no me defraudó. La mayoría de las anotaciones eran fechas de exámenes, temas de estudio y algunas citas de amor. Nada extraordinario en una agenda perteneciente a una universitaria.

Tras mucho rebuscar, en un bolsillo interior de la agenda encontré un pequeño sobre repleto de fotografías y recortes de periódico. Las primeras mostraban un grupo de estudiantes en el día de su graduación; en todas ellas, una chica, visiblemente embarazada, posaba, sonriente, frente a la cámara. En su rostro se adivinaba el orgullo por mostrar su ya prominente barriga.

En el reverso de cada fotografía, distintos nombres y una única fecha: Teo "Garrafas", Pasquali, Camilo Bonzo, Sergio Cafaro, "La Españolita" - (Diciembre, 1974)

En otra serie de imágenes, la joven acunaba a su bebé recién nacido, junto a uno de los chicos de la graduación. A pesar de las marcadas ojeras, su rostro aún reflejaba una sonrisa.

En contraposición a los momentos felices mostrados anteriormente, los recortes de periódico sólo presentaban noticias escalofriantes, personas torturadas, manifestaciones estudiantiles y todo tipo de represiones militares durante la dictadura de Videla.

Mi interés aumentó al encontrar una fotografía en la que aparecían mis padres en una recepción en el Palacio Santamarina de Buenos Aires. En esa ocasión, mi madre llevaba un niño entre sus brazos; sorprendentemente, el mismo bebé que "La Españolita" mecía entre los suyos.

Nuevamente, otro recorte de periódico llamó mi atención. De una gran lista de militares prófugos de la Justicia argentina, mis ojos se centraron en un nombre conocido, el de mi padre. Condenado en rebeldía por atrocidades como asesinatos, torturas y robo de bebés, consiguió fugarse y permanecer huido hasta que prescribieron sus delitos. Fue, entonces, cuando decidió regresar a Argentina.

El único documento oficial que encontré en la agenda resultó ser una partida de defunción. Tras leerla comprendí quién había sido Irene Reyes, conocida en Buenos Aires como "La Españolita".

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Aquella joven abogada, despojada de su bebé, asesinada por militares y, posteriormente, dada por desaparecida, era mi verdadera madre.

Hoy estoy frente a la Justicia por haber atacado al que creía mi padre. Confieso que no pude contener mi ira y le golpeé hasta matarle, sin embargo..., tras este oscuro descubrimiento, no me arrepiento de mi decisión.


Esteban Rebollos
(Noviembre, 2020)


miércoles, 4 de noviembre de 2020

Y VAN 15 AÑOS JUNTOS

 



-¿Para qué escribes, papá, si nadie te lee? - eso me preguntó Lidia refiriéndose a los relatos breves. Sinceramente, la pregunta, en ese momento, me dolió.
- ¡Otros juegan al Candy! - le contesté sin pararme a pensar.

Al día siguiente, la pregunta todavía seguía dando vueltas en mi cabeza buscando una respuesta racional.
En lo relativo a las historias breves, hay varios motivos. El primero es tomármelo como un reto, practicar a base de escribir nuevas historias e intentar mejorar. Ese relato que lees en menos de cuatro minutos, en ocasiones, me lleva muchas horas realizarlo. Es necesario buscar información incluso para los detalles más insignificantes. Todos los lugares que aparecen son reales, es necesario repasar biografías y cuadrar fechas; toda una serie de requisitos para hacer la historia lo más real posible. Una vez escrito, requiere pequeños ajustes, corregir formas verbales, eliminar adverbios, modificar la situación de las comas, todo ello, para conseguir una lectura fluida y mantener el interés en todo momento. Aún así, siempre son mejorables.

En cuanto a la segunda parte de la pregunta (la que me dolió), sólo decir que escribo por el placer de hacerlo, sabiendo que muy pocas personas lo leerán. Un simple "me gusta" o un pequeño comentario, siempre es más importante por saber que alguien lo ha leído que por valorar lo escrito.

Lo dicho... ¡como jugar al Candy!


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Actualización 04.11.2020


Efectivamente, quince años más viejo y sigo opinando lo mismo. A lo largo de este tiempo han aparecido otros medios en los que es más sencillo escribir y más fácil publicar. Ahora escribo desde Wattpad por la facilidad de acceder a todos mis relatos desde cualquier lugar y en cualquier momento. 

En cuanto al número de lectores, prefiero calidad a cantidad. A veces, es preferible un comentario del tipo: "yo cambiaría esto...", porque esa persona demuestra que ha puesto interés en la lectura y no se ha limitado solo a ojear.

Por otra parte, están esos pensamientos inconexos, esos post que provienen la mayoría de las veces de reacciones a noticias hirientes o situaciones personales que hacen que me lance a escribir con más fluidez. 

Hoy en día, Lidia conoce la respuesta a esa primera pregunta e inicia una andadura que, al menos, ya le ha llevado más lejos que a su padre.

-¿Para qué escribes, papá?

Está claro que para que me leáis vosotros. Muchas gracias por pasar por aquí.

¡Vamos a por otros cinco años mas!



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Actualización 04.11.2015


Un día como hoy de hace diez años empecé esta andadura, probablemente pensando que no tendría más continuidad que la propia experiencia de aprender a usar un nuevo medio de comunicación y luego quedaría, como otras muchas cosas, en el cajón de los olvidos. Milagrosamente, aún sigue abierto.


En esta década he intentado, sobre todo, ser honesto conmigo mismo e incluir aquellas noticias que consideraba interesantes, tanto a nivel social como personal. He querido mantener un carácter constructivo, en cierta manera optimista, aún sabiendo que quizás nadie las leyera. Lamentablemente, no siempre lo he conseguido.

Actualmente permanecen más de un centenar de entradas visibles, aunque han sido muchas las eliminadas al perder su interés o quedarse anticuadas. De todos modos, existen otras ocultas, en forma de borrador, a la espera de ser terminadas y publicadas algún día.

Seguramente, al igual que la historia se repite, algunos de mis post vuelven a estar de moda; de ahí que algunos entradas sean recurrentes. En ocasiones me gusta actualizar la información e incluir nuevos comentarios vistos desde la perspectiva del paso del tiempo. Otras veces, simplemente, me apetece rememorarlas.

A pesar de que el blog ha permanecido cerrado en múltiples ocasiones, casi siempre por motivos personales (estudios, trabajo o, simplemente, obligaciones familiares), siempre he estado a la espera de noticias que avivasen la necesidad de expresar mis opiniones. Y así ha sido, siempre he encontrado una buena excusa para continuar alimentándolo.

Habréis notado que en los últimos tiempos ha dado un giro hacia contenidos relacionados con el cine y la literatura, incluyendo diversas reseñas sobre libros, críticas de películas e, incluso, algún que otro relato breve. De todas formas, no temáis, pronto llegarán otras entradas de lo más variopinto.

Por último, no quisiera despedirme sin dar las gracias a todos; a quienes habitualmente entráis en el blog por vuestra constancia y a los que habéis llegado por casualidad, os invito a volver cuando queráis, quizás la próxima vez haya algo que os interese.


De todos modos... ¡Gracias por vuestra visita!

miércoles, 26 de agosto de 2020

[ 2´ 20" ] A corazón abierto




Cerca de la media noche, una notificación en su móvil le informaba de un nuevo mensaje en la bandeja de entrada. Sin embargo, ese ahogado pitido y la monótona luz intermitente no llamaron su atención hasta que la alarma de las seis de la mañana le despertó de su profundo sueño.

Había llegado la confirmación que tanto esperaba; por fin, veía cumplido el deseo de formar parte de la "Agencia Estatal de Trasplantes de Órganos". Desde que su mujer envió la solicitud, veinte meses antes, había asistido a una entrevista inicial, dos controles médicos, una prueba de esfuerzo, un riguroso estudio psicológico y, finalmente, a un bufete de abogados. Todo ello, de acuerdo a los estrictos protocolos establecidos por la agencia.

Animado por su esposa, comenzó a realizar ejercicio habitualmente. La rutina diaria estaba compuesta por un suave precalentamiento, una carrera de ocho kilómetros y, para finalizar, diez minutos de estiramientos. Esa actividad le ayudaba a reducir la ansiedad y la depresión que arrastraba desde que dejó de trabajar. El mismo recorrido, en el mismo tiempo; por supuesto, nada que requiriese un esfuerzo extra para su corazón. Debía mantenerse en buena forma.

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Cuarenta minutos después, llegó sudoroso a su chalet. Tras una ducha de agua templada, se vistió con ropa cómoda y preparó un café sin azúcar. En esta ocasión, optó por abrir el mensaje desde el MacBook de su despacho y con un sencillo "doble clic" ejecutó el programa informático de la agencia de trasplantes.

Una colorida presentación de bienvenida se inició automáticamente al introducir su clave personal. Más tarde, repasó las condiciones legales, ojeó el código deontológico de la agencia y, por último, accedió a lo que más le interesaba: el listado de precios. Apoyó el dedo índice en la pantalla y fue arrastrándolo, hacia abajo, en busca del apartado de "Enfermedades cardiacas", dentro del epígrafe: "Donaciones incompatibles con la vida".

Comprobó que la cifra asociada a esta intervención era la más alta de la lista:
Trasplante de corazón: 420.000 € más un "bonus" por calidad. Miró a su alrededor y constató el alto nivel de vida que disfrutaba su familia, por eso, la cuantía le pareció razonable. No tuvo duda de que se lo podía permitir.

Esperó a que su mujer y sus hijos despertasen para darles la buena noticia. Todos le felicitaron por haber sido aceptado en el programa de trasplantes. Su esposa le abrazó e, incluso, derramó alguna lágrima de alegría antes de proseguir con sus actividades cotidianas.

Un mes después, por fin, había decidido someterse a la operación. Tras recibir el beneplácito de su familia, se puso en contacto con la agencia estatal y, en apenas una semana, todo estaba dispuesto para la intervención.

El renombre adquirido por la agencia garantizaba que disponía de equipos médicos de primer nivel, expertos cirujanos y, todo ello, a precios más que razonables. Además contaba con un inmejorable "servicio postoperatorio" en todas sus franquicias.

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Tras cuatro interminables horas, todo había salido como estaba programado. Incluso, el cirujano jefe se acercó hasta la sala de espera para felicitarme por la buena calidad del corazón de mi marido.

Al día siguiente, una notificación en el móvil me informó del ingreso en mi cuenta de la cantidad estipulada en el contrato, por supuesto, incluyendo el "bonus" por calidad. Algo más de medio millón de dólares que aliviarán mis ya preocupantes deudas, al menos, durante un par de años.

Ahora, el corazón de mi marido late en el pecho de otra persona y, gracias a eso, mis hijos y yo seguimos disfrutando de una vida de lujo.

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Acabo de recibir un emotivo mensaje del receptor del trasplante; agradecido por la generosidad de mi esposo y la excelente calidad de la "mercancía", desea conocerme.

Debo pensar en mi futuro y no puedo desaprovechar esta nueva oportunidad.

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Y, por supuesto, todos mis maridos
siempre me han querido
"a corazón abierto".

Esteban Rebollos (Agosto, 2020)

viernes, 7 de agosto de 2020

[ 2' 40'' ] Cadena de favores - Serie Maine (VIII)




Dawson, ¿Recuerda que me debe una?
- Sí, claro, jefe... ¿A quién hay que romperle las piernas?
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A pesar de todo lo que pudiera parecer, desde hace dos décadas, los índices de delincuencia en Bangor siguen una curva descendente. Está claro que la corrupción del Departamento de Policía no se refleja en las estadísticas oficiales. Aunque los métodos utilizados por el sheriff son poco ortodoxos, nadie duda de que es altamente eficaz controlando su ciudad.
A primera hora de la mañana, un aviso del agente James Dawson informó sobre un extraño incidente en la mansión de un reconocido abogado de la ciudad.
En esta ocasión, la comitiva formada por el coche patrulla y el equipo forense, iba precedido por el todoterreno particular del sheriff. Todos ellos atravesaron las tranquilas calles del centro de la ciudad sin apenas llamar la atención. Si querían realizar su trabajo eficientemente debían llegar antes de que los medios de comunicación emitieran las imágenes en los informativos de la mañana.
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La primera vez que empuñó un arma apenas tenía siete años y, desde entonces, no había dejado de matar. Primero fueron lagartijas y pequeños pájaros, a continuación jabalíes y ciervos, más tarde, varias misiones en la Guerra del Golfo y ahora acababa de disparar contra un hombre blanco en su propia casa.
- ¡Qué coño ha pasado! ¡A ver cómo explico esto! - se dijo Dawson, con la pistola, aún humeante, en sus manos.
Al ver el estado del cuerpo que se encontraba a sus pies, se dio cuenta de que no lo solucionaría sin pedir ayuda.
Cuando el sheriff llegó a la mansión, no pudo reprimir su enfado. - ¡Joder, Dawson... Se trataba de un pequeño susto, no de vaciar el cargador!
Como en ocasiones anteriores, el Departamento de Asuntos Internos abriría una investigación que finalizaría, como mucho, en una amonestación administrativa y uno o dos meses sin sueldo. En su defensa, declararía que el joven abogado le atacó, sin motivo aparente, tras abrirle la puerta.
Aún, así, no podía cometer ningún error o su carrera como agente de la ley sería historia. De todos modos, a James Dawson no le importaban las sanciones sino la palmadita de aprobación que recibiría de su jefe y amigo, el sheriff Raymon Stalker.
No era el primer trabajo de este tipo que realizaba. Ya había roto brazos, partido piernas e incluso asesinado por encargo antes, pero, en esta ocasión, reconocía que se le había ido de las manos.
Una vez más, Dawson habló con el supervisor del Dpto. de Recogida de Muestras y dijo eso que tanto odiaba, "Hoy por mí, mañana por ti". Una hora más tarde, entre las pruebas ya se encontraba un cuchillo de grandes proporciones, una bolsita de polvo blanco y una listado de traficantes de poca monta.
Estas falsas evidencias permitían desviar la atención sobre el verdadero motivo de la muerte del abogado y, así,  crear una nueva línea de investigación ficticia.
El hecho de que el fallecido fuera un hombre blanco, de rasgos caucásicos, evitó que la expresión "brutalidad racista" apareciera en la portada de los diarios y, con ello, los habituales disturbios en las ciudades del país.
Oportunamente, el informe de la autopsia también confirmó la versión inicial de que el joven se encontraba bajo los efectos de las drogas en el momento de su muerte. Ahora James le debía otro favor más al forense.
Y ya por último, un fallo en la cadena de custodia de pruebas facilitó la desaparición de unas fotos escandalosas entre la exmujer del sheriff y el joven fallecido.
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- ¡Ray, cariño, te dije que le rompieses las piernas, no que le mataras!
- Pero, ¿por qué?
- No podía permitir que el muy cabrón me dejara por una jovencita - dijo Allison, mientras se subía en el Mercedes SLK que un día perteneció al abogado.
- ¡Me debes una, Ally! - exclamó el sheriff, esbozando una sonrisa de complicidad.
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Tras veinte años de matrimonio, dos hijos y un divorcio, Raymon y Allison nunca han dejado de tener sus encuentros amorosos. A pesar de todo, aún confían el uno en el otro y, por supuesto, no dudan en pedirse toda clase de favores.

Esteban Rebollos (Agosto, 2020)





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sábado, 25 de julio de 2020

¿Qué leer cuando no sabes qué leer?


En ocasiones he visto muchas solicitudes del tipo "no sé qué leer, ¿qué me recomiendas?".

Y yo te preguntaría:
¿Qué tipo de lectura te interesa?
¿Qué edad tienes?
¿Qué quieres aprender?

Entre otras muchas opciones, podría recomendarte una novela negra, romántica, policiaca, de suspense, de misterio, erótica, poesía, histórica o, algo distinto como un texto científico, religioso, un libro de autoayuda, un prospecto de un medicamento o, incluso, un manual de una aspiradora.

Si tienes dudas, lo mejor es que leas todo lo que caiga en tus manos. Con el tiempo descubrirás lo que más te interesa, lo que más te emociona o lo que te aburre y no eres capaz de terminar por más que lo intentes.

A estas alturas, confieso que he leído algunos libros sólo porque el autor había ganado muchos premios, por una portada llamativa, por ser un "best-seller" o, incluso, por un título explosivo, pero reconozco que la mayoría han sido por la recomendación de algún buen amigo, que conoce mis gustos.

Últimamente suelo leer a escritores noveles, poco conocidos, con ideas nuevas. Mi teoría es: "Si una gran editorial apuesta por ellos, al menos, serán interesantes".

Si has llegado hasta aquí, te agradezco que te interese mi opinión. Seguramente seas un buen lector y tengas claro tus gustos literarios.

Mi consejo es que leas y disfrutes ...y, si cuando acabas un libro te quedas con las ganas de leer más, es que lo estás haciendo perfectamente.

Por cierto, en estos tiempos que estamos viviendo, leed y cuidaos



lunes, 27 de abril de 2020

[ 3' 10" ] Una segunda oportunidad



Había terminado de descargar los sacos de harina y el sudor perlaba su frente. La rutina diaria y la experiencia adquirida durante los últimos cuarenta años le proporcionaban la seguridad necesaria para desempeñar su trabajo con verdadera maestría.

A medianoche, los hornos de cocción del pan llevaban una hora encendidos y, a pesar de que los extractores rendían a plena potencia, el calor ya resultaba asfixiante dentro del local.

Como cada noche, Sergio subió la persiana lo justo para que una corriente de aire fresco logrará disminuir un poco las altas temperaturas dentro del obrador.

*********

La vida de Martín no había sido nunca fácil, ya desde pequeño aprendió que nadie regala nada y que todo había que ganarlo con esfuerzo. Su carácter se había forjado a base de peleas por lograr una esquina en la que mendigar y una lucha diaria por evitar que los chicos mayores le robasen lo conseguido tras horas pidiendo a las puertas de la iglesia.

A sus catorce años, su rostro no ofrecía ningún atisbo de alegría, pero tampoco de rencor; las únicas marcas visibles en su cara eran un par de cicatrices, recuerdo permanente de una salvaje batalla campal por conseguir un buen sitio donde dormir y un diente mellado por intentar comer un panecillo duro encontrado entre la basura.

Siempre había conseguido librarse de la policía, unas veces por pura suerte, otras al pasar desapercibido por ser el más pequeño del grupo pero, la mayoría de las ocasiones, por su gran intuición al no seguir los malos consejos de los mayores.

Aquella noche decidió adentrarse en un nuevo barrio y probar suerte rebuscando en los contenedores del mayor mercado de la ciudad. Tenía claro que poco encontraría a aquellas horas. Los comercios habían cerrado a las nueve y, a esa hora, decenas de personas ya se agolpaban ansiosas por recoger las sobras del día.

Como temía, poco pudo encontrar. Una manzana machacada y cuatro galletas resecas serían su cena de hoy. Bebió agua de una fuente y, sin nada más interesante que llevarse a la boca, decidió proseguir su camino en busca de un lugar seguro donde dormir.

De pronto, un aroma embriagador a pan recién horneado llamó su atención. La sutil fragancia, al mezclarse con su olor corporal, consiguió que, por un instante, se sintiera limpio.

Pero ya se sabe que el "hambre aviva el instinto" y, en esos momentos, el chico estaba demasiado hambriento. Se acercó a la persiana que estaba abierta dos palmos. Asomó su cara, no vio a nadie y, empujado por ese instinto de supervivencia que  tenemos todos, decidió entrar, arrastrándose de espaldas por un suelo manchado de harina.

Su extrema delgadez facilitó la labor y, en apenas unos segundos, se encontró ante una larga mesa con barras de pan de distintos tamaños y frente a otra en la que se mostraban panecillos dispuestos como soldados en formación, junto a un amplio abanico de bollería.

Por un instante su mente se bloqueó; no supo que opción elegir, si el dulce de los bollos o el aroma de los panes.

-¿Qué haces ahí, ladrón? 

Una voz retumbó tras él. Le habían pillado, nunca mejor dicho, con "las manos en la masa". Su cuerpo escuálido se tensó y solo pudo susurrar un tímido:

-Tengo hambre. Lo siento -. Mientras una lágrima recorría su mejilla.

-¿Cuántos años tienes?

-¡Catorce, señor, y me llamo Martín! -dijo su nombre, más por un acto reflejo que por haberlo pensado.

-¿Así que tienes hambre, no? Bien, pues... acerca ese taburete y siéntate.

-¡Pero, señor! -replicó con cara de asombro.

-¡Qué te sientes, coño! -le ordenó, esta vez con voz contundente.

El joven le hizo caso y se sentó, lentamente, mientras le miraba con cara de incredulidad.

-¿Por dónde quieres empezar? ¿Por el pan caliente, los bollos de chocolate o las rosquillas de azúcar?

El chico miraba al panadero, pero temía que nada más poner su mano sobre uno de los panes le golpease; no sería la primera vez que recibía una paliza por intentar robar algo de fruta en un puesto callejero.

-¡Come de una vez!, ¡El horno está encendido y no tengo toda la noche para que te decidas!

El chico alargó su brazo y, casi sin mirar, cogió lo primero que tocaron sus dedos, un magnífico bollo brillante con pepitas de chocolate en su interior. Lo acercó a su boca y, lejos de devorarlo, lo saboreó como si no hubiese probado bocado jamás. Se permitió, incluso, cerrar los ojos para apreciar mejor su aroma y su delicada textura.

Tras el bollo, comió un panecillo con semillas de sésamo, mordisqueó con cuidado la corteza de un pan recién cortado y bebió un gran vaso de leche.

Diez minutos después, el chico no podía comer más y miró al panadero con cara de agradecimiento.

-¿Sabes que significa esto? -dijo Sergio, clavando sus ojos en los del muchacho -¡No quiero volver a ver tu cara por aquí nunca más! ¡Llévate un par de barras y lárgate de mi vista!

El joven miró al panadero y le contestó:

-¡Gracias, señor!- Deje el pan para el próximo que se cuele. Se lo agradecerá al igual que yo.

Sergio quedó dubitativo; había perdido demasiado tiempo y decidió zanjar el asunto de una vez.

-Tú decides, Martín. Te llevas esas barras o... o vuelves mañana con las manos limpias.

*********

Hoy soy yo aquel muchacho quien, veinte años después, continúa el legado de Sergio, carga los sacos de harina y espera, cada noche, que un joven se cuele bajo la persiana para darle una segunda oportunidad.

Esteban Rebollos (Abril, 2020)