miércoles, 22 de febrero de 2023

[ 2' 40'' ] Un encuentro casual




No fue la primera vez que te vi sentada en ese banco. Aunque eres una mujer joven, tu postura encorvada y tu mirada perdida me indicaron que tenías problemas.

Me preocupó verte allí, tan sola y triste, que decidí acercarme; quizás unas palabras de aliento harían que tu rostro reflejase una sonrisa.

Me aproximé con cautela, sin querer incomodarte, y me senté a tu lado en el banco. Recuerdo que alzaste la vista y, sin decirme nada, fijaste tus ojos en los míos; solo entonces te reconocí; habíamos coincidido varias veces en la consulta de psiquiatría.

En ese momento no sabía si preferías hablar o deseabas permanecer en silencio. Por suerte, y contra todo pronóstico, empezamos una conversación. Al principio, tratamos temas banales pero, pronto, nuestra improvisada charla derivó hacia asuntos más trascendentales.

Recuerdo que te animé a hablar de lo que te afectaba y confesaste que estabas luchando contra la depresión y la ansiedad y, a pesar de que te sentías identificada con algunas personas del grupo de terapia, seguías abrumada por la situación.

Estuvimos hablando un buen rato y, durante esos minutos, percibí un cambio gradual en tu rostro; poco a poco, aquella dura expresión se fue relajando y, me atrevo a decir, que me pareció percibir algo cercano a una sonrisa. Al terminar, me agradeciste no intentar darte consejos.

Fue emocionante ver cómo una simple conversación provocó un impacto tan positivo. Entonces me sentí feliz, y recordé la importancia que tuvo en mí ser escuchado y recibir apoyo en los momentos más difíciles. No siempre es necesario usar las palabras adecuadas o dar las respuestas correctas, a veces, con estar acompañado uno consigue sentirse a gusto y encontrar la luz al final del túnel.

Nuestras conversaciones continuaron y pude ver cambios significativos en ti. Empezaste a sonreír con más frecuencia, volviste a disfrutar con tu trabajo y encontraste a alguien con quien compartir tu vida.

Años después, aún seguimos en contacto. Cada jueves asisto a terapia: cuarenta minutos hablando de mis problemas y dejándome aconsejar por una persona que consiguió salir de su depresión.

De vez en cuando, coincidimos en el patio del hospital y ahí es donde me cuentas tus secretos; momento en el que me siento feliz por ti, por ver lo mucho que ha cambiado tu vida desde aquella primera conversación.

A pesar de ser tu paciente, espero seguir ayudándote siempre que lo necesites.


Esteban Rebollos (Febrero, 2023)


No hay comentarios:

Publicar un comentario