jueves, 7 de junio de 2012

Premio a la infidelidad

En la mayoría de las ocasiones debemos ser fieles hasta el final, en cambio, en otros momentos la fidelidad no es la mejor de las cualidades.
Es una pena que los altos ejecutivos de las grandes empresas no hayan pensado en mantener contentos a sus clientes. A excepción de alguna operadora de telefonía, el resto se dedica a "robárselos" a la competencia.
En estos tiempos, en los que debemos hacer "ingeniería económica" para llegar sin sobresaltos a fin de mes, se hace indispensable no dejarse llevar por la pereza e intentar buscar alternativas.
Después de doce años en la misma compañía de Seguros, he decido cambiar a otra que me ofrece las mismas, o incluso, mejores coverturas con un descuento considerable.
Conmigo se equivocan. Si algo odio, es regatear (no lo llevo en las venas).
Esta tarde he recibido dos llamadas del director de la oficina. Amablemente se interesó por el motivo de mi cancelación, si tenía alguna queja y si el servicio prestado había sido satisfactorio.
¿Qué servicio? Doce años sin dar un parte, sin que se me quemase la casa, sin olvidarme las llaves o sin que un cortocircuito requiriese una llamada a la compañía. Supongo que "sí", el servicio... inmejorable.
En contrapartida, cada año la cuantía del recibo subía y subía. Y yo, convenciéndome de que su prestigio ya era razón suficiente, de que Rafa Nadal no podía recomendar un bodrio de empresa y, sobre todo, por mi desidia a la hora de hacer una búsqueda por Internet, seguía pagando y pagando.
Estoy cansado de contra-ofertas, de llamadas a horas intempestivas, de voces amables, de avisos en el contestador y de propuestas a la baja cuando decido abandonar una compañía. En definitiva, cansado de que se desvivan por intentar recuperarme.
Si quieren que les sea fiel, deben cuidarme antes de que me haya ido.
Cuando digo "adiós", dicho está.

Ocho años después, no solo sigo pensando lo mismo, sino que ya he cambiado de "seguro del hogar", "distribuidora eléctrica", "televisión por cable", "compañía telefónica" y  solo falta cambiarme de "compañía de decesos". ¡Pura vagancia!