martes, 31 de marzo de 2015

El peso de los libros




¿Os ha tocado cambiar de casa y transportar vuestra "biblioteca" en cajas? A mí, sí y en múltiples ocasiones.
Efectivamente, no hay nada más pesado y voluminoso que todos los libros de vuestra vida y, por supuesto incluyo aquellos que, perteneciendo a otras vidas, hemos heredado. 
En casa de mis padres siempre se ha intentado que los libros estuviesen encuadernados en "cartoné" (no diría de lujo pero si de los denominados de "tapas duras"), evitando en lo posible la "rústica", sobre todo, por la mala vejez que tienen estos últimos.
Se supone que la biblioteca es un legado, como puede ser una vieja casa o una finca familiar. El problema es que, como si de un monstruo devorador de espacio se tratase, crece y crece, invadiendo todos los rincones imaginables.
Desde que descubrí el e-reader mi planteamiento de lo que debe ser una buena colección ha cambiado. Por una parte existen las "viejas glorias", aquellos libros de los cuales nunca nos desprenderemos debido a su valor sentimental. A continuación, está la categoría de los que su atractivo radica, fundamentalmente, en el valor estético, cuyas ilustraciones, fotografías o encuadernación sería imposible disfrutar en otro formato. Y, en tercer lugar, el resto de los libros por su contenido literario, desde los clásicos hasta las novelas de toda índole.
El e-reader se nutre mayoritariamente de este último grupo. Sobre todo de "best-sellers" que en ocasiones son meros éxitos efímeros. Y, lamento decirlo, este es el principal género en el que yo me muevo.
Si vuestro planteamiento es similar al mío, está claro que el uso de este "aparatito" es necesario.
Ahora, casi todos mis libros pesan 220 g, no ocupan espacio y son fácilmente transportables en un pendrive.
Por suerte, mis padres no opinan lo mismo.