domingo, 11 de febrero de 2024

[ 3' 10'' ] De vuelta a casa


Elisa estaba desesperada buscando frenéticamente a su hija Leonor. Sus gritos resonaban en el tranquilo parque infantil, sin embargo, las miradas curiosas de las otras madres no se traducían en ayuda; por el contrario, todas se alejaban apresuradamente llevando a sus hijos en brazos, dejando a Elisa sola en su angustia.

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A sus 70 años, Elisa lucha a diario contra los estragos del Alzheimer. Sentada en un apartado banco, los sonidos de risas infantiles y el susurro del viento se fusionan en su mente, alimentando la creencia de que Leonor está jugando con el resto de los niños. Más tarde, al mirar a su alrededor, no logra ver a la pequeña y es, entonces, cuando el nerviosismo se apodera de ella y las lágrimas emergen en sus ojos cansados. Cada minuto sin encontrar a su hija le parece una eternidad. "¿Y si algo terrible le ha pasado?", "¿Y si nunca más la vuelvo a ver?", preguntas que le atormentan mientras busca entre columpios y toboganes. Poco después comprueba que el parque se encuentra vacío.

De repente, una voz cálida y familiar le saca de su tormento. "Elisa, ¿estás bien?". Marta, su amiga, siempre sabe dónde encontrarla. Con una sonrisa gentil, Marta se acerca a ella y le ofrece su mano arrugada. "¿Puedo ayudarte?". Elisa solloza de alivio y le agarra de la mano con fuerza. "Estoy buscando a Leonor. Hace un buen rato que no la veo. No puedo encontrarla". Marta la envuelve en un abrazo reconfortante y la mira con ternura. "Oh, querida Elisa. ¿Recuerdas lo que hemos hablado? Leonor está con su padre, ¿te acuerdas?". Los ojos de Elisa expresan desconcierto mientras la realidad se abre paso a través de su confusión. Asiente, tratando de asimilar las palabras de su amiga y parece recordar. "Sí, sí... Leonor está con su padre... en casa". Marta le sonríe cariñosamente e, invitándola a caminar, le dice: "Vamos, te llevaré. Todo está bien".

Juntas dejan el parque y de regreso al hogar, Elisa se aferra a su amiga, agradecida por su compañía y apoyo. Durante ese breve paseo, la tranquila conversación hace que la inquietud de Elisa se desvanezca entre la bruma de su mente. Ya en casa, se acerca a una foto enmarcada sobre la mesa de la entrada y la besa. Es una imagen de Leonor, sonriendo, mientras juega en el mismo parque infantil que acaban de dejar atrás. Una lágrima rueda por su mejilla, pero esta vez se debe a los preciosos momentos que aún puede recordar. Con delicadeza, Marta le prepara un té caliente. Elisa se aferra a la taza con sus manos temblorosas, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza por la confusión que acaba de experimentar.

Poco después, Elisa se relaja gracias a la familiaridad de las palabras de Marta y, sobre todo, encontrando consuelo en su presencia. Cuando el día llega a su fin, Elisa se sumerge en su pasatiempo favorito: la pintura. Marta la observa con admiración, maravillándose de la creatividad que aún reside en su amiga. Mientras Elisa se concentra en su arte, dibuja con trazos cuidadosos y colores vibrantes, plasmando un mundo de belleza y serenidad en el lienzo. Cada pincelada le permite escapar momentáneamente de la sombra del Alzheimer que amenaza con consumirla. Desde hace muchos años, ambas comparten casa, historias y recuerdos, encontrando mutuo consuelo y compañía. Por suerte, Elisa ha borrado de su mente el accidente en el que su marido y la pequeña Leonor perdieron la vida.

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Ahora, en la tranquilidad de su hogar, Elisa sigue adelante con valentía y determinación, encontrando belleza en cada pincelada de su viaje, sabiendo que gracias a Marta nunca se perderá de vuelta a casa.


Esteban Rebollos (Febrero, 2024)



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