miércoles, 3 de marzo de 2021

[ 0' 40'' ] Desde la distancia




Cuando posó el teléfono sobre la mesa sintió una sensación de calma y una sonrisa se dibujó en su rostro.

Una fuerza, hasta ahora desconocida, hizo que lo tomara de nuevo y leyese los mensajes intercambiados pocos minutos antes.

Mientras los leía, sintió un cosquilleo. Se dio cuenta de que las frases allí escritas no eran solo palabras inconexas sino que transmitían sentimientos verdaderos. No tenía duda de que era pronto para cualquier tipo de relación.

—Solo es amistad —se dijo —2000 km es demasiada distancia  —pensó mientras unía dos puntos lejanos en un mapa mental.

Por un minúsculo instante se sintió deseada por un desconocido e intentó borrar rápidamente ese pensamiento de su mente.

—Sigo siendo joven susurró en voz baja.

Recorrió el largo pasillo para mirarse en el espejo de su dormitorio. Realmente le gustó lo que vio. Estaba radiante. Los años la habían tratado muy bien. Ante sí se encontraba una mujer segura de sí misma, una mujer que sabía lo que quería, una mujer capaz de darse tantas oportunidades como le fuera posible. Echó un vistazo a la habitación y vio la chaqueta que su marido había usado el día anterior, decidió guardarla, abrió el armario y la colgó de una percha de madera.

El color de un conjunto de fiesta, casi olvidado en su vestidor, le hizo pensar de nuevo en los mensajes que le enviaba el desconocido. No podía evitar sentirse halagada, pero una parte de ella seguía pensando que aquello era una locura.

Aún eres una hermosa mujer le dijo en voz baja a su reflejo.

Por más que lo intentase, no podía borrar de su mente aquellos mensajes. Precisamente, la incertidumbre de no saber quién los enviaba hacía ese juego más interesante. Siempre le gustó la idea de que alguien pensara en ella y, ahora, un desconocido le dedicaba toda su atención. No dejaba de pensar en él y, para ella, eso era una sensación muy agradable.

¿Qué quiso decir con eso del hilo rojo? ¿Existe realmente esa conexión capaz de unir a dos personas tan distantes? se preguntó. Quizás el destino la estaba poniendo a prueba.

La mujer reflexionó unos instantes. Luego, decidió responder al misterioso mensaje. Sí, creo que existe. Algo nos ha unido, aunque no sabemos exactamente qué es. Pero estoy dispuesta a descubrirlo.

Cerró los ojos y notó una mano acariciándole la mejilla. No se asustó, sino que se concentró y se dejó llevar. Había ternura en ese acto y se sintió bien. Notó unos labios besar los suyos y unas manos recorrer su cuerpo. Pura suavidad. Deseó sentirse amada nuevamente. No había nada malo en ello. En ese momento, la mujer supo que estaba enamorada. No importaba la distancia, ni el tiempo, ni nada. Lo sabía, y era feliz. Se trataba de un juego en el que, únicamente, importaban ellos dos.

—Imposible pensó —Es imposible hacer el amor sin tocarse, sin besarse.

—Si lo deseas... nada es imposible —le susurró él desde la distancia.


Esteban Rebollos (Marzo, 2021)

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