jueves, 28 de enero de 2010

Sobre cine y otras artes (Volumen II)


Preparando esta entrada sobre “Cine Negro”, me encontré con una fantástica web que expone, con creces, lo que yo pretendía “postear”.

http://cinenegroamericano.galeon.com/ ha realizado una esmerada labor de recopilación. Por este motivo, invito a todos lo que leen este blog y les interese el género, se den una vuelta por dicha página. (Creo que esto me exculpa de plagio).

Me he permitido, eso sí, incluir algún comentario y modificar la lista de películas, eliminando alguna que no he visto y añadiendo aquellas que son mis preferidas.

Para comprender bien este género es necesario definir cuatro etapas, en las que tanto el cine como la sociedad estadounidense evolucionaron a la par.

La primera etapa del cine negro americano se caracteriza por su reflejo de la lucha contra el crimen organizado, tiempos de la ametralladora Thompson durante la "Ley Seca", como queda patente en El enemigo público (William Wellman, 1931), Hampa dorada (Mervyn LeRoy, 1931) y Scarface, el terror del hampa (Howard Hawks, 1932). Inspirándose en los modelos novelescos del género, Hollywood proporcionó obras maestras como El halcón maltés (John Huston, 1941), Historia de un detective (Edward Dmytryk, 1944), El sueño eterno (Howard Hawks, 1946), Perdición (Billy Wilder, 1944) y El cartero siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946).

A medida que avanza el tiempo, el cine negro deja de ser netamente americano y ya aparecen algunas películas británicas que comparten los mismos rasgos. Estamos en la segunda etapa. Las dosis de violencia y fascinación erótica fueron haciéndose más evidentes, como queda de manifiesto en filmes del estilo de Al rojo vivo (Raoul Walsh, 1949), El tercer hombre (Carol Reed, 1949), La jungla de asfalto (John Huston, 1950), Extraños en un tren (Alfred Hitchcock, 1951), Mientras Nueva York duerme (Fritz Lang, 1956), Sed de mal (Orson Welles, 1958), Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959) y La ley del hampa (Budd Boetticher, 1960).

La evolución del cine policíaco ha estado condicionada por la incorporación de elementos de misterio y acción, dando lugar a la tercera etapa, pasando a llamarse "thriller". En 1945, se dio nombre al género cuando el francés Marcel Duhamel diseñó para la editorial Gallimard una colección de novelas policíacas, a las que su amigo, el guionista Jacques Prévert, denominó Série Noire (Serie Negra), inspirándose en el nombre de una revista norteamericana del mismo tipo, llamada "Black Mask".

A partir de la década de los setenta, en la cuarta etapa del cine negro, el género en estado puro tendió a desaparecer. No obstante, algunos cineastas rescataron sus elementos esenciales, variando la ambientación e incluso proyectándola hacia el futuro. A esta corriente, no exenta de obras maestras, pertenecen títulos como Chinatown (Roman Polansky, 1974), Fuego en el cuerpo (Lawrence Kasdan, 1981), Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997).

En líneas generales, el denominado cine negro o cine policíaco, establece sus argumentos en torno a la lucha contra el crimen. Dentro de dicho ámbito, esta gama de producciones ha fijado un abanico de estereotipos y convenciones de origen literario, inspirados en las novelas policíacas que, en torno a la misma temática, han venido escribiéndose desde comienzos del siglo XX. Entre los tópicos más frecuentados por el cine negro figuran el detective sagaz con una vida desordenada, los gánsters que amenazan el orden legal, el policía sometido a las tensiones de una sociedad corrupta, y la mujer fatal, atractiva y seductora aunque peligrosamente cercana al lado más turbio de la vida.

Por su ambientación fotográfica y escenográfica, el cine negro delata su vinculación al expresionismo alemán, del cual tomó los toques de estilización tenebrosa, los contraluces y el tono sombrío de sus decorados. En buena medida, los personajes de esta variedad cinematográfica son antihéroes, cuyo triunfo en la vida es siempre aparente.

En la última década y ante la falta de ideas nuevas, se han realizado demasiados “remakes” de películas ya consagradas como Asesinato perfecto (Andrew Davis, 1998), Disturbia (D.J. Caruso, 2007), Enemigos Públicos (Michael Mann, 2009) o Más allá de la duda (Peter Hyams, 2009).

Por supuesto, Humphrey Bogart es el arquetipo de detective privado del cine negro, tal y como lo vemos en el papel de Sam Spade en El halcón maltés. Ahí os dejo la foto.

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