lunes, 12 de junio de 2017

El Cementerio de los Libros Olvidados





¿Sabéis donde se encuentra el verdadero "cementerio de los libros olvidados"?
Os lo digo yo... en el puto contenedor de los cartones.
Conseguir un final digno a una parte de la biblioteca que perteneció a mi padre ha sido tarea imposible. He intentado regalar libros por internet, donar colecciones de biografías y enciclopedias a institutos de enseñanza, he hablado con centros benéficos con la intención de entregarles cientos de novelas para que las vendiesen en el rastrillo de los domingos y, a excepción de algunos amigos que han sabido apreciar un regalo, ha sido tarea imposible darles un digno final.
La semana pasada, tras realizar una criba exhaustiva, decidí llenar los asientos traseros y el maletero de mi coche con todos aquellos libros descartados; unos cuatrocientos libros cuyo destino fue un "punto de reciclaje" de los múltiples que se encuentran esparcidos por mi ciudad.
Mientras lanzaba con rabia los libros a un enorme contenedor repleto de cartones para embalar electrodomésticos, me debatía entre el dolor por no poder darles una segunda oportunidad y comprender que ahora todos ellos apenas ocuparían espacio en mi e-reader.
Así, pasaron por mis manos infinidad de escritores clásicos, decenas de volúmenes de la "Biblioteca Básica Salvat", algunos "Premios Planeta", varios de la "Colección Austral", junto con libros de informática, bricolaje, contabilidad, cocina y un largo etcétera de materias variopintas. De todos modos, autores consagrados y éxitos efímeros han tenido el mismo final, el vertedero.
Quien, por cualquier motivo, haya tenido que desprenderse de sus libros, sabrá de lo que hablo, comprenderá el dolor y la rabia que ahora siento.


- ¡Cuántos libros! ¿Los has leído todos?
- Yo no, pero, sí, hay alguien que los ha leído todos.

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Tres años después la historia se repite. Esta vez no han sido libros sino un piano de pared que perteneció a mi abuela. Nuevamente, ha sido imposible regalarlo y acabó destrozado en un "punto de reciclaje", eso sí, no en el puto contenedor de los cartones sino en el puto contenedor de las maderas.

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