sábado, 31 de agosto de 2024

[ 3´ 20´´] No todas somos iguales - Serie Maine (IX)




Cuando el proyectil impactó en su chaleco de Kevlar, sintió como si le arrancaran las entrañas. Su siguiente pensamiento fue lo vulnerable que se sentía, así, tendida en el suelo. Y luego, luego todo se volvió negro.

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-Necesitamos un agente de refuerzo y nos envían a una secretaria -se escuchó decir desde la esquina más lejana.

El sheriff Raymon Stalker, con la solicitud de personal en la mano, comenzó a leer:

Allison Harper, 42 años, exmarine condecorada, agente de policía en Providence, Rhode Island, durante los últimos doce años. Solicitó el traslado voluntario tras agredir a un superior.

-¡Menudo marimacho! -interrumpió la voz.

-Si puedo elegir, siempre escogeré a quien mejor me cubra las espaldas y eso lo hacía muy bien mi hermana -respondió Dawson, revolviendo su café.

El sheriff sabía desde hacía dos meses que el nuevo refuerzo sería una mujer. Él mismo había seleccionado a la candidata ideal para una comisaría como la de Bangor. Si la nueva ley estatal obligaba a tener, al menos, una mujer en plantilla, debía ser tan eficiente como el resto de los ayudantes.

-Buenos días, soy Allison Harper. ¿El sheriff Raymon Stalker, por favor? -esas fueron sus primeras palabras al entrar en la comisaría.

El mal humor de los ayudantes del sheriff se disipó en cuanto Harper entró por la puerta, pues todas las miradas se centraron en ella.

El ayudante Paul Wesley acompañó a Harper hasta la oficina del sheriff. Allí, Raymon y Allison conversaron durante más de veinte minutos.

-Os presento a la agente Harper, Allison Harper. Se incorpora hoy como refuerzo y creo que será un miembro valioso para nuestra plantilla -anunció el sheriff, invitándola a hablar con un gesto.

-Buenos días, como ha dicho el sheriff Stalker, vengo a ser una más del grupo y ayudar en todo lo posible. No soy una novata pero como cada comisaría tiene su forma de trabajar, solo espero que me echéis una mano hasta que me ponga al día. Muchas gracias. Si tenéis alguna pregunta...

Un silencio sepulcral se instaló en la sala hasta que Wesley se atrevió a preguntar:

-¿Por qué solicitaste el traslado?

-Veo que las noticias vuelan. Digamos que mi jefe y yo tuvimos algo más que palabras pero, no os preocupéis, cuando tengamos más confianza, os dejaré leer el informe completo.

Las dos semanas siguientes a su incorporación fueron inusualmente tranquilas. Harper se ocupó de organizar montañas de papeleo y, de vez en cuando, patrullar por las calles de una ciudad casi vacía.

-¿Esto siempre está tan tranquilo? Me hace falta algo de acción.

-No te preocupes. En cuanto pase esta ola de calor, todo volverá a la normalidad.

Y así fue, a principios de Septiembre, los avisos aumentaron exponencialmente. Una actividad febril se apoderó de la ciudad, aunque nada fuera de lo común.

Efectivamente, la tranquilidad de Harper terminó una noche de sábado. Un aviso por intento de allanamiento en uno de los barrios más lujosos de Bangor la llevó a una persecución hasta las afueras de la ciudad. Un robo frustrado por las alarmas de una mansión se convirtió en una peligrosa cacería.

Dos enmascarados, con armas automáticas, disparaban a discreción sobre el coche patrulla del ayudante Paul Wesley. El vehículo recibía una lluvia de balas y, sin poder hacer nada más, Wesley se acurrucó en su asiento, consciente de que su refugio no le protegería por mucho tiempo.

Por suerte, momentos después, Harper llegó en el todoterreno que solía conducir el sheriff. Bajó del vehículo y, con su arma reglamentaria, disparó certeramente al ladrón que aún permanecía en su coche. Mientras tanto, el segundo hombre se acercó al coche de Wesley y, apuntándole a la cabeza, se preparó para disparar. En un rápido movimiento, Harper se interpuso en el camino del proyectil justo cuando ella le disparó en la cara. El ladrón cayó como un saco de patatas, estrellando lo que quedaba de su cabeza contra el barro del camino.

Harper sintió un fuerte impacto, una quemazón en el pecho y su respiración se cortó. En un instante, su mente la llevó al recuerdo de las imágenes de televisión donde el cuerpo de un policía de Rhode Island yacía bajo una manta. Su padre había fallecido en un tiroteo similar, quince años atrás. Sus piernas se doblaron, apoyándose contra la puerta del coche patrulla a modo de escudo. Luego, todo se volvió negro.

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En su primera intervención, Harper salvó la vida de un compañero y recibió un disparo a quemarropa que le fracturó varias costillas. Nada que unos días de reposo no curasen.

Cuando Harper se reincorporó al trabajo, todos aplaudieron su valentía en un improvisado acto de bienvenida. Una fotografía colgada en la pared de la comisaría mostraba un cordial abrazo entre Harper y Wesley. Ella le había salvado la vida, pero él no sabía cómo recompensárselo. De todos modos, ya encontraría la manera.

Una vez más, los logros de los ayudantes aparecerían en los noticiarios de la ciudad. Una condecoración, una paga extra y la promesa de unos días de vacaciones serían la recompensa por arriesgar sus vidas.

Mientras tanto, el informe sobre el verdadero motivo del traslado aún permanece, bajo llave, en el escritorio del sheriff. Después de ese fin de semana, nadie volvió a ver a la agente Harper como a una "secretaria".


Esteban Rebollos (Agosto, 2024



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