lunes, 23 de noviembre de 2015

[ 2' 30'' ] Hielo en el corazón - Serie Maine (III)



Daban las diez de la noche cuando Robert Scott entró por la puerta del despacho del sheriff. Sus lentos pasos y su aspecto abatido eran muestra del sufrimiento por el que estaba pasando. 

Ante él apareció una estancia sobria, unos cuantos muebles pasados de moda y una alfombra envejecida por el paso del tiempo. De entre todos los enseres, el único elemento que llamó su atención fue el gran sillón de piel de búfalo en el que se encontraba sentado el sheriff.

Al verle aparecer, Raymon Stalker colgó apresuradamente el teléfono y con un simple movimiento de cabeza le indicó que pasase. El sheriff hizo una profunda y pausada inspiración, mientras sus ojos se posaban en el pobre hombre que tenía ante sí, diciendo,

- ¡Adelante, Rob! Me acaban de pasar unas breves notas sobre el caso pero, por favor, me gustaría que  me lo explicases tú mismo.

- Por supuesto, Ray, te contaré todo, todo lo que he averiguado - Robert se quedó pensativo durante unos instantes y, tras esa pausa, empezó a relatar su historia.

Esta mañana, camino del trabajo, me paré en el pequeño puesto de la terminal de autobuses a comprar el periódico. Tras pagar, guardé la vuelta en mi billetera y, como cada día, seguí andando hasta el instituto.

A la hora del café decidí tomar un "capuccino" en el Starbucks de la esquina y, al pagar, me dí cuenta de que el billete saqué de mi cartera tenía algo escrito; eso llamó mi atención - explica con emoción - El mensaje fue demasiado inquietante para entregarlo y, al final, opté por abonar la consumición con monedas. En el billete estaba escrito,

"ME OBLIGAN A PROSTITUIRME EN UN LUGAR LLAMADO KING´S CROSS.
SOY ANNE CLAIRE BRADLEY. POR DIOS, AYUDADME"

Aunque el mensaje podría ser falso, ese nombre me era familiar y no pude concentrarme en las clases a lo largo de toda la mañana. Estuve buscando entre los antiguos expedientes y anuarios, sobre todo, en las orlas de fin de curso del instituto de Bangor. Después de ver aquellas fotografías, por fin recordé su rostro. Yo mismo le impartí clases durante dos cursos - a continuación extrajo de un sobre una pequeña libreta donde había anotado todos los resultados de su investigación y empezó a leer de seguido.

- Anne Claire Bradley, 22 años, desaparecida hace 14 meses, estudiante de la Escuela de Arte en Portland. Nacida en Bangor, Maine, Padres: Anne Marie (canadiense / ama de casa) y Thomas J. Bradley (estadounidense / empresario) - aunque había recopilado más datos, decidió que era momento de parar para no abrumar al sheriff.

Seguidamente, cambió el tono de su explicación y así, recuperar la atención de Stalker, diciendo,

- En cuanto al "King´s Cross" he podido averiguar que es un burdel en las inmediaciones de Rockland. Es una zona de cazadores furtivos y destilerías clandestinas; en fin, gente pendenciera que no temen a la autoridad.

Robert Scott hizo una pausa, respiró profundamente y bebió con ansiedad el vaso de agua que estaba sobre la mesa. A continuación, miró al sheriff de reojo para comprobar si se mantenía atento a su explicación y este asintió para indicarle que continuase.

- Esta tarde fui a Rockland. Estuve en el "King´s Cross" y allí encontré a Claire, junto con otras chicas...

- ¿Pudiste hablar con ella? - le interrumpió antes de que Robert acabase la frase.

- No, no me atreví. Es el típico local donde miran mal a los forasteros y no era momento para hacerse el héroe. Tomé un par de copas y me marché rápidamente. Tienes que ayudarme a sacarla de allí. ¡Sólo confío en ti! - explicó ansioso

- ¿Irás a buscarla, no? - preguntó esperando una respuesta afirmativa.

- Te has arriesgado mucho, Rob, podrían haberte descubierto. A partir de ahora, debes dejarlo en manos de la policía.

- Ray, ¡Esa no es la respuesta que esperaba! ¡Debes salvar a esa chica!, ¡a todas!

- No, no he dicho eso. No te preocupes, voy a enviar un par de coches patrulla al "King´s Cross" y la sacaremos de allí. Pero antes de eso, ya sabes... está todo el maldito papeleo - respondió el sheriff.

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Stalker abrió el cajón de su escritorio y sacó una botella ya empezada de Jim Beam Black Label. Se acercó a la persiana y, mirando a Rob a través de sus lamas, se sirvió una copa. A continuación, se reclinó en su cómodo sillón de piel y disfrutó del bourbon, incluso sabiendo lo que estaba a punto de suceder.

Al salir de la comisaría, un escalofrío recorrió el cuerpo de Scott y, solo entonces, tuvo la sensación de que algo no iba bien. De regreso a casa, se desvió hasta el buzón de correo más cercano y allí depositó un sobre.

Unos minutos más tarde, el sheriff pudo oír los disparos que obligaron a reposar el alma de su amigo Rob sobre los escalones de la entrada de su propia casa.

- ¡A tu salud, amigo, a tu salud! - dijo el sheriff esbozando una tenue sonrisa.

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Veinte minutos más tarde, el ayudante del sheriff, James Dawson, entró en la comisaría aterido por el frío de esa noche. Vio la botella de Jim Beam, rellenó el vaso que se encontraba sobre el escritorio y apuró el bourbon de un sólo trago.

- ¡No vuelva a hacerme un encargo como este! - dijo a su jefe - ¡Rob y yo fuimos amigos!, ¡Más aún! ¡Casi como hermanos!

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Dos días después y muy lejos de allí, el cuerpo sin vida de la joven Claire descansaba en la orilla canadiense del lago Ontario.

(Continuará...)



Esteban Rebollos (Noviembre, 2015)



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sábado, 21 de noviembre de 2015

[ 3' 10'' ] Última noche en Derry - Serie Maine (II)




James releyó la carta que había escrito siete años atrás. Sacó la estilográfica Montblanc que ella le regaló en su primer aniversario y añadió una última frase. A continuación, con sumo cuidado, plegó la hoja en tres partes iguales y la introdujo nuevamente en el sobre. Durante unos instantes recordó tiempos mejores y una sonrisa de felicidad se reflejó en su cara.

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Sentado en aquel rincón, se sentía cómodo. El bar era ya parte de su propio hogar. En cualquier local que entrase se sentaba mirando hacia la puerta principal, con la espalda pegada a la pared y lo más cerca posible de la salida trasera. Había sido ayudante del sheriff y aún mantenía las costumbres de antaño. Desde hacía más de quince años aquella mesa era su preferida; la utilizaba en exclusividad desde que se encaró, pistola en mano, con un universitario que pretendía aprovechar aquel rincón para preparar los exámenes de fin de curso.

Sólo sentía el regusto a madera tostada durante los primeros tragos. Luego, su boca, anestesiada por el alcohol, ya no distinguía entre un Jack Daniel´s Single Barrel o un whiskey de esos que venden en botella de plástico. A pesar de llevar una hora en el bar no había cruzado una palabra con nadie, ni tan siquiera con la camarera. No hacía falta, le sirvió el bourbon de siempre junto con una sonrisa. Consideraba que todas las conversaciones de bar trataban sobre cosas banales, limitándose a tres o cuatro temas de hombres, entre ellas, hablar de mujeres y, en una ciudad tan pequeña como ésta, siempre era peligroso hablar de mujeres.

Al fondo, un viejo televisor mostraba imágenes de la guerra. Eran secuencias edulcoradas, censuradas por la propia cadena de televisión. Desde su rincón no distinguía más que manchas moviéndose dentro de una caja. Su miopía se había acentuado y las gafas requerían ya una nueva graduación. Por suerte, en las distancias cortas se desenvolvía perfectamente. Había echado un vistazo al periódico local, leyendo someramente los titulares, sin profundizar en las noticias. Derry no era una ciudad demasiado alegre, aunque frecuentemente, había curiosas historias que contar. Era un lugar mágico.

Miró su reloj. Ya era hora de irse. Apuró el trago con desgana, sabiendo que no le iba a causar ningún placer ese último sorbo. Dejó un billete de diez dólares sobre la mesa, apresado por el vaso vacío, y salió de “Falcon” sin despedirse. A pesar de su conducta solitaria, era muy apreciado por todos los habitantes del condado desde que, en su época de ayudante del sheriff, había sido un héroe. Fue el primero en llegar al Holiday Inn. Consiguió salvar de una muerte segura a April Whitaker, la joven recepcionista del hotel, cuando el establecimiento se incendió una fría noche de noviembre. Desgraciadamente, dos  personas murieron en el suceso y sus cadáveres nunca pudieron ser identificados.

El Consejo de la ciudad de Derry decidió concederle una condecoración al Mérito Policial por su hazaña, otorgándole la medalla de oro, una pensión vitalicia y obsequiándole con un reloj Omega SpeedMaster. Aquella fría noche consiguió la admiración de todos pero las graves quemaduras en manos y cara le obligaron a despedirse de su vocación, ser agente de policía.

Caminaba por la avenida Costello tambaleándose, tropezando a cada paso y apoyándose en las paredes para mantener el equilibrio. Mantuvo una conversación ininteligible consigo mismo durante todo el camino. Recorrió Kossuth Lane hasta llegar a Los Barrens y allí, apoyado en la barandilla inspiró aire queriendo limpiarse por dentro, intentando expiar sus pecados. Estaba decidido a acabar con todo. Darse un último baño en el Ken Duskeag; un riachuelo en verano, pero un gran río en invierno. Esa noche era el aniversario del incendio y sabía que no quería permanecer el resto de su vida enclaustrado en aquel cuerpo deforme pero, sobre todo, no quería vivir preso de sus propios remordimientos.

Sacó del bolsillo interior de su abrigo el sobre algo arrugado, lo alisó con la mano menos dañada. Después, con mucha calma lo apoyó sobre el banco del parque. De pronto una racha de viento tiró del sobre como intentando robárselo, y él, en un acto reflejo, consiguió agarrarlo al vuelo. Se quitó el reloj, y a modo de pisapapeles, lo posó encima del sobre asegurándose de que no volara nuevamente. El frío reinante calaba sus huesos hasta lo más profundo de su ser y a pesar de esto, no dudó ni un momento en proseguir con su cometido. Se introdujo en el agua y su cuerpo desapareció en la oscuridad. Sólo la noche fue testigo de su cuerpo recorriendo el canal, atravesando Bassey Park y apareciendo, unas horas más tarde, en la orilla del río Penobscot.  

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Al día siguiente, un muchacho, abrigado hasta las orejas, encontró los objetos sobre el banco. Miró el reloj, lo sopesó como queriendo calcular su valor y, al final, lo colocó en su muñeca. Al contacto con el metal helado el joven sintió un escalofrío. Rompió el sobre por uno de los laterales y extrajo la carta. Leyó sin mucho interés las palabras mecanografiadas hasta que su vista se centró en la única línea que estaba escrita a mano:
  “Soy culpable de la muerte de mi mujer y su amante”.

No comprendió su significado. Comprobó que no había nadie a su alrededor, hizo una bola con el papel y la arrojó al río. Se marchó sonriente, disfrutando de su nuevo hallazgo.

A pesar de todo, en su epitafio se puede leer:
 “James Dawson - Aquí yace un héroe - Orad por su alma



Esteban Rebollos (Noviembre, 2015)



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miércoles, 18 de noviembre de 2015

[ 3' 50'' ] Turno de noche - Serie Maine (I)






El nuevo ayudante del sheriff, James Dawson, había sido recomendado vehementemente por el alcalde. Su amistad se remontaba a la época en la que combatieron juntos. Y juntos habían compartido dolor, mujeres y metralla, todo ello, a partes iguales.

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En la recepción del hotel, la joven April Whitaker, miraba constantemente el reloj colgado sobre la puerta de entrada. Estaba tan ansiosa por encontrarse con James que no notaba pasar el tiempo. Siempre le habían atraído los uniformes y en Derry, a excepción del cuerpo de bomberos y los agentes de policía, ningún otro colectivo los usaba.

La chica descolgó el teléfono y marcó el número de la comisaría. A esas horas solo un ayudante permanecía de guardia en el turno de noche y ese no era otro que James Dawson. Él también estaba ansioso por recibir la llamada pero dejó sonar el teléfono lo justo para no quebrar la paciencia de April y, al descolgar, contestó con el tono habitual de un funcionario, para darse más importancia. A pesar de sus veinte años, al otro lado de la línea se encontraba una chica ilusionada como una adolescente.

Dawson desconectó el walkie de su base de carga, comprobó que tenía suficiente batería y lo enganchó en el cinturón junto al revólver. A continuación, descolgó el abrigo de la percha y se puso el sombrero que había dejado sobre el escritorio. Mientras cerraba con llave, viendo sus arrugas reflejadas en  el cristal de la puerta, se preguntó si no sería mayor para una relación con una chica quince años menor que él.

Una vez en el coche patrulla, conectó la emisora y salió del aparcamiento con la intención de hacer la ronda nocturna. Circuló despacio por la calle más concurrida y se paró a recoger un café en el único "take-away" abierto a esas horas; todo ello, únicamente para dejarse ver. Más tarde recorrería los sinuosos caminos de Bassey Park para volver con el vehículo lleno de barro. Ese trayecto ya justificaba su salida de la comisaría esa fría noche de noviembre.

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Un Chevy Camaro SS del '67 entró en el aparcamiento del Holiday Inn y estacionó en una de las amplias plazas frente a la zona de bungalows. April reconoció el coche de Brenda al pasar frente a la recepción e intuyó que esa noche habría problemas. Del automóvil se bajó una pareja, demasiado acaramelada como para ser un matrimonio. Las parejas no elegían ese hotel porque se encontrara alejado del centro, ni alejado de las habladurías de los vecinos de Derry sino por sus camas tamaño "king size", idóneas para noches de pasión.

La mujer llamó a recepción para que les sirvieran una botella de bourbon, un paquete de Marlboro y mucho hielo. Supongo que el hielo sería más para enfriar el tórrido ambiente que la propia bebida. Cuando Brenda abrió la puerta para recoger el encargo, no reconoció a April. Hacía tanto tiempo que había abandonado Derry que ya ningún rostro le era familiar. Su nueva vida en el condado de New Hampshire, como escritora de éxito, la hacía codearse con la clase selecta de aquella ciudad y solo se relacionaba con la plebe cuando necesitaba documentarse para un nuevo libro, como era el caso.

Brenda Swan alquiló el apartamento para toda la semana. Las noches anteriores había dormido acompañada por distintos hombres y esta noche tampoco sería diferente. Había conquistado a un empresario que perdía al "Blackjack" en el casino de Ocean Boulevard y se ofreció gustosa a mitigar su mala suerte, al menos, durante unas horas. Aquella noche él no solo perdería su dinero.

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Dawson estaba deseoso de acabar su ronda por Bassey Park y dirigirse al Holiday Inn al encuentro con April. Este tipo de escarceos amorosos se repetía con la joven, al menos una vez por semana, desde hacía un año. Aunque los dos estaban libres, el ayudante no quería dar a conocer su relación ya que la diferencia de edad no estaría bien vista por los puritanos de la ciudad y eso podría perjudicarle en la próxima elección para el cargo de sheriff.

Aminoró la velocidad justo al acercarse al aparcamiento y, nada más entrar, descubrió su antiguo Camaro a pesar de encontrarse estacionado en la zona más oscura. Dawson intentó no perder la calma y se dirigió a la recepción mientras soltaba improperios por su boca. Una vez allí, increpó a April, diciéndole

Sabías que esa puta estaba aquí. Deberías habérmelo dicho. ¡Después de lo que hizo con mi hijo, la mato! —le gritó a una April arrinconada tras el mostrador.

¡James, por Dios! Ven conmigo, ¡Olvídate de ella! - dijo asustada

Dawson no entró en razón y gritando le exigió la llave maestra que utilizaba la gobernanta, esa que provoca la envidia entre todas las limpiadoras. El aumento de la presión sanguínea se reflejaba en todo su cuerpo y con cada latido, su ira aumentaba. No podía perdonar lo que había hecho y desde hacía seis años solo pensaba en la venganza.

Parado, delante de la puerta y revólver en mano, contó hasta cinco antes de girar la llave. Sabía, por experiencia, que el factor sorpresa le proporcionaría unos inestimables segundos de ventaja. Ya se había encontrado en situaciones similares durante sus actuaciones como agente.

Se la encontró en la cama, fumando, tapada únicamente por una sábana. Esa imagen le hizo recordar tiempos mejores, cuando Brenda se apellidaba Dawson y estaban recién casados. Esos fueron los únicos buenos momentos en su relación, antes de abortar voluntariamente el hijo tan deseado por James. A continuación solo hubo lugar para el divorcio. 

La ventaja adquirida al principio se desvaneció durante esos breves momentos de ensoñación. Tras él surgió un hombre que le asestó un puñetazo en los riñones. No contaba con ello ya que April no le había advertido que estaba acompañada, aunque él debería haberlo supuesto. 

El dolor hizo que se doblase y perdiese su arma reglamentaria. Tumbado en el suelo recibió varias patadas y, por suerte, pudo llegar a la pequeña pistola que llevaba en el tobillo derecho. Se giró sobre sí mismo y disparó dos veces al pecho del hombre; éste se desplomó y fue a dar con su cabeza junto a la puerta de la entrada.

Tras incorporarse vio como Brenda le lanzaba la botella de bourbon y en un acto reflejo la golpeó al vuelo con su arma, rompiéndose en mil pedazos e impregnando de alcohol todo su cuerpo. Un nuevo vistazo a su exmujer le hizo sentir pavor; ella le lanzó la colilla de su cigarrillo, aún humeante, y su cuerpo empezó a arder. Dawson disparó nuevamente su arma antes de que el apartamento se quemase por completo. Fue April quien le sacó de allí. 

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Una breve llamada del alcalde de Derry al periódico local fue suficiente para persuadir al redactor jefe de que modificase los titulares previstos. Por cierto, ya de paso, también le convenció de que no mencionara la aparición de los dos cuerpos calcinados, todo ello, por mantener el buen nombre de la ciudad.


Al día siguiente la edición matinal del "The Bangor Daily News" daba la noticia de un trágico suceso:

"Héroe local sufre graves quemaduras tras salvar la vida a la joven recepcionista del Holiday Inn."





Esteban Rebollos (Noviembre, 2015)



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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Una década juntos





-¿Para qué escribes papá, si nadie te lee? - eso me preguntó Lidia refiriéndose a los relatos breves. Sinceramente, la pregunta, en ese momento, me dolió.
- ¡Otros juegan al Candy!. - le contesté sin pararme a pensar.

Al día siguiente, la pregunta todavía seguía dando vueltas en mi cabeza buscando una respuesta racional.
En lo relativo a las historias breves, hay varios motivos. El primero es tomármelo como un reto, practicar a base de escribir nuevas historias e intentar mejorar. Ese relato que lees en menos de cuatro minutos, en ocasiones, me lleva muchas horas realizarlo. Es necesario buscar información incluso para los detalles más insignificantes. Todos los lugares que aparecen son reales, es necesario repasar biografías y cuadrar fechas; toda una serie de requisitos para hacer la historia lo más real posible. Una vez escrito, requiere pequeños ajustes, corregir formas verbales, eliminar adverbios, modificar la situación de las comas, todo ello, para conseguir una lectura fluida y mantener el interés en todo momento. Aún así, siempre son mejorables.

En cuanto a la segunda parte de la pregunta (la que me dolió), sólo decir que escribo por el placer de hacerlo, sabiendo que muy pocas personas lo leerán. Un simple "me gusta" o un pequeño comentario, siempre es más importante por saber que alguien lo ha leído que por valorar lo escrito.

Lo dicho... ¡como jugar al Candy!.

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04.11.15

Un día como hoy de hace diez años empecé esta andadura, probablemente pensando que no tendría más continuidad que la propia experiencia de aprender a usar un nuevo medio de comunicación y luego quedaría, como otras muchas cosas, en el cajón de los olvidos. Milagrosamente, aún sigue abierto.

En esta década he intentado, sobre todo, ser honesto conmigo mismo e incluir aquellas noticias que consideraba interesantes, tanto a nivel social como personal. He querido mantener un carácter constructivo, en cierta manera optimista, aún sabiendo que quizás nadie las leyera. Lamentablemente, no siempre lo he conseguido.

Actualmente permanecen más de un centenar de entradas visibles, aunque han sido muchas las eliminadas al perder su interés o quedarse anticuadas. De todos modos, existen otras ocultas, en forma de borrador, a la espera de ser terminadas y publicadas algún día.

Seguramente, al igual que la historia se repite, algunos de mis post vuelven a estar de moda; de ahí que algunos entradas sean recurrentes. En ocasiones me gusta actualizar la información e incluir nuevos comentarios vistos desde la perspectiva del paso del tiempo. Otras veces, simplemente, me apetece rememorarlas.

A pesar de que el blog ha permanecido cerrado en múltiples ocasiones, casi siempre por motivos personales (estudios, trabajo o, simplemente, obligaciones  familiares), siempre he estado a la espera de noticias que avivasen la necesidad de expresar mis opiniones. Y así ha sido, siempre he encontrado una buena excusa para continuar alimentándolo.

Habréis notado que en los últimos tiempos ha dado un giro hacia contenidos relacionados con el cine y la literatura, incluyendo diversas reseñas sobre libros, críticas de películas e, incluso, algún que otro relato breve. De todas formas, no temáis, pronto llegarán otras entradas de lo más variopinto.

Por último, no quisiera despedirme sin dar las gracias a todos; a quienes habitualmente entráis en el blog por vuestra constancia y a los que habéis llegado por casualidad, os invito a volver cuando queráis, quizás la próxima vez haya algo que os interese.

De todos modos... ¡Gracias por vuestra visita!